domingo, 27 de diciembre de 2009

Mi árbol de Navidad


Mi árbol de Navidad.

Prof. Manuel Calviño


Muchas costumbres resultan de la asimilación popular de las bondades y beneficios de las creencias y sus atributos festivos. Devienen tradiciones cuyo origen y destino final llegan a disociarse. Es así que en no pocas ocasiones, prácticas de origen pagano se celebran en instituciones religiosas, mitos de teología arcaica se recrean en sus formas liberadas de sus contenidos originales. Pasa así con la Navidad. La navidad ha devenido en un motivo de reunión familiar más allá de su comprensión románica o babilónica, católica o protestante. Fue quizás Dickens (que no era sacerdote), quien con Un cuento de Navidad (1843), testimonió y extendió la resimbolización que se venía ya produciendo de la festividad. La Navidad hace hincapié en la familia, la buena voluntad, la compasión y la celebración familiar. Así sucede hoy en muchos lugares del mundo. Aquí, en la isla del realismo mágico, no es distinto. Por eso, cada año, saliendo de los primeros diez días de diciembre, y acercándose el fin del año, con mucho cariño y esmero preparo mi árbol de Navidad.

Mis padres lo hacían cuando era yo alumno de primaria en la Escuela católica de los hermanos de “La Salle”. Escuela, que sin renunciar a su segmentación de clase, daba albergue a jóvenes que luchaban contra la dictadura batistiana. En los sesenta y los setenta más de un diciembre lo pasé en campamentos de trabajo agrícola. Lo dábamos todo por el desarrollo del país, por la Revolución, por la construcción del Socialismo. Recuerdo que acercándose la segunda mitad del mes de Diciembre, el albergue se adornaba con pencas de guano, o cualquier cosa que le diera un ambiente especial. No sé cómo, pero el cocinero se las arreglaba para que el 24 comiéramos carne de cerdo. Años después, haciendo mi doctorado en la capital del Socialismo mundial, Moscú, cada diciembre levantaba un pequeño pino sintético en mi komnata (habitación), junto a mis libros de cabecera: “Materialismo y empiriocriticismo”, “Marx y Engels. Obras escogidas”, “Actividad, Conciencia y Personalidad”, entre otros.

No he dejado nunca de hacer mi árbol de navidad. He tenido varios. Creo que cada uno de ellos ha reflejado el momento de vida en el que me he encontrado. Ya tuve uno hecho de libros. Otro fue simplemente dibujado en la parte posterior de un afiche de Muñoz Bach. En dos ocasiones mi árbol fue una rama de los pinos de Santa María del Mar. Unas veces ha tenido lucecitas que guiñan ojos a los visitantes. Uno fue sin iluminación adicional – fue el que antecedió al que alumbré con un bombillo ahorrador. No importa el valor material. No es determinante su condición de objeto. Lo importante es su condición de símbolo. Y es que mi árbol de navidad es un símbolo familiar.

El árbol y sus acompañantes salen de su caja como trasnochados segmentos del pasado. Duermen un año entero en el closet del cuarto. Pero en cuanto se unen comienzan a revivir. Debo reconocer que del arbusto artificial, ya bastante despeluzado, cuelgan objetos disímiles, de diferentes edades. Casi ninguno es nuevo. Están sobre todo los que vencieron la barrera del tiempo, del deterioro. Pero cada año se armonizan en una nueva configuración que rememora la de antes pero se edifica como distinta. Y esto forma parte de lo escrito tácitamente en su presencia: nada ni nadie está en el olvido. Y es que con mi “arbolito” llamo a mi familia a hacer un encuentro especial. La cita está marcada con un año de anticipación: cada 24 de diciembre se materializa el encuentro y se convoca al próximo. Y para reafirmarla desde días antes los que llegan a la casa, ven en lugar visible, incuestionable, en medio de la sala, junto a la entrada, el arbolito.

Hay quienes piensan que apartarse del sentido cristiano de la Navidad es empequeñecer y reducir el horizonte de la vida humana a los elementos del mundo. Todo es relativo. El diario Sunday Telegraph reveló que más del 30 por ciento de las escuelas británicas celebra una Navidad libre de cualquier alusión religiosa. Y la pasan muy bien, en familia, con los alumnos, sus familiares y los maestros. También, desde otra cosmovisión, se ha dicho que “un arbolito de navidad” es una amenaza ideológica, que expresa una deformación de la consciencia. No faltan los que consideran que es una publicidad innecesaria de algo incompatible con los principios laicos. En mi opinión, son miradas prejuiciadas, ancladas quizás en representaciones segmentarias, exclusivistas, fundamentalistas, hace tiempo superadas (aunque aún subsisten). Pero es mi opinión. Por eso acordemos respeto. Los primeros tendrán arbolito, nacimiento de Jesús, y asistirán a la misa del Gallo a rezar. Los otros no tendrán arbolitos en su casa. Yo sí tengo en la mía. ¿Y en los lugares comunes, en los espacios públicos? Sería muy saludable preguntar a todos, en vez de tomar una decisión a favor de una u otra comprensión de manera anárquica.

Yo, más allá de cualquier discusión estéril, sigo con mi arbolito de navidad, porque el es una cita con los mejores sentimientos, con los valores básicos de lo humano: la familia, el respeto, la hermandad, la solidaridad, la esperanza, la unión. Está claro que no es el árbol de navidad el único modo de convocarlos. Hay muchos, y en esta isla somos buenos en cultivarlos. Pero hoy mismo, yo monté mi arbolito. Y ya suenan sus campanas inmóviles llamando a todos en mi familia a dejar atrás cualquier aspereza que haya podido encontrar espacio en nuestras relaciones. Ya los estoy convocando a estar juntos celebrando el final de un año que no por difícil ha ausentado las cosas buenas. Los míos, todos vendrán, los que estamos y los que faltan nos reuniremos: unos en vivo y en directo, otros en fotos, cuentos, recuerdos. Aquí está la familia. Con sus cosas buenas y con las menos buenas. La distancia no será un impedimento para sentirnos familia: con los de allende los mares estaremos compartiendo un sentimiento que nos alegra y enorgullece, que nos protege y defiende, que nos pone en el mismo lugar, juntos, ante las equívocas amenazas de la oscuridad; con los de allende el infinito estaremos haciendo lo nuestro y preparándonos para el largo viaje (ese en el que no se trata de llenar maletas, sino de vaciarlas para dejar todo lo que podamos).

Un árbol de navidad es un modo de decir que algo nace, que vive. Y que importante en estos tiempos asociar el nacimiento, la vida, a un árbol, a la naturaleza. Y que bueno darle el calor familiar, el bienestar de la unión de los buenos sentimientos de las personas. “Se es más cuando se vive entre buenos... En cada uno refluyen las virtudes de todos” (Martí).

Entonces que no quede por el prejuicio. Quien quiera hacerlo que lo haga. Quien no, pues no. Lo que sí no deje de hacer es aprovechar el cierre del año, que se está acercando, reunir a su familia y disfrutar del enorme privilegio del bienestar familiar, de la solidaridad y el cariño entre todos. Hágalo el día que quiera, a la hora que resulte mejor. Hágalo a la manera de su familia. De no existir alguna manera anterior, cree una. Será inicialmente una rutina familiar, que luego será una tradición, y al final un modo de sentirse parte, de modo trascendental y sencillo, de su grupo humano especial.

Felices fiestas de la familia! Felicidad para su familia después de la fiesta! Y para el año que viene le deseo el enorme privilegio de sentirse cerca de personas que lo quieren y que usted quiere.

martes, 22 de diciembre de 2009

Desiderata

Desiderata por un año que termina y otro que comienza

Prof. Manuel Calviño

La Habana, Cuba. Diciembre 2009.


Que la esperanza alumbre el andar dejándonos ver los escollos y los tropiezos en el camino. Así se convierten en retos. El futuro es una referencia, no un asidero inevitable para transitar por el presente. El pasado es una experiencia (personal y colectiva), no un canon que normativiza estrictas determinaciones.

Que volvamos a unirnos a la naturaleza, como parte que somos de ella. Preservar nuestro planeta más que una necesidad es una obligación histórica. No dejemos un futuro sombrío a los que vengan después. Las plantas, los animales, toda manifestación natural de vida no puede ser masacrada. Dejemos un mundo mejor que el que encontramos cuando llegamos.

Que el trabajo sea nuestro afán de entrega, nuestra vocación de servicio. Un vínculo con todos se realiza allí donde percibimos que hay una gran maquinaria de renovación vital; que aquél a quien sirves hoy, sirvió a quien a ti te sirve. Somos todos para todos. Cada cosa que un ser humano hace con su trabajo, es algo que miles de personas necesitan y merecen. Dar es recibir.

Que la familia extienda su mano generosa y rigurosa para acompañar su mejoramiento y reorientar su alienación. Los hijos junto a sus padres y madres, los hermanos con los hermanos. La diáspora tendrá su tierra prometida en su lugar de nacimiento. La distancia merma la continuidad. Todos somos de la misma madre hijos: hijos del alma cubana. Si nuestros hijos se parecerán a los tiempos más que a nosotros, construyamos entonces los tiempos más cercanos a lo que deseamos y a lo que ellos desean.

Que la elección y la responsabilidad sean los escalones del destino al que se quiere llegar, y también el medio de lograrlo. Decidir no solo como acto individual soberano, sino como acción compartida, conjunta, de todos. Nadie anda solo. Siempre se anda con muchos. Pero con todos no significa sin alternativa, sin decisión. Porque solo quien decide se compromete y hace.

Que la unión prevalezca por encima de las diferencias, de las contradicciones e incluso de los conflictos. Sabernos y aceptarnos diferentes no es suficiente. Es necesario que cuando las diferencias sean protagónicas, la capacidad de sentirnos juntos sea su acompañante irrecusable. El amor en sus múltiples formas, vinculante universal, es más que un sentimiento, más que un argumento incorruptible. El amor es una actitud esencial, un principio fundante del mejoramiento humano.

Que el respeto y la honestidad presidan las confrontaciones. La violencia es la antivida. Es la negación total de los designios naturales de la existencia humana. La violencia es la desesperación, la incapacidad para encontrar salidas, la denigración de la especie. Los argumentos sustentados en un ambiente de consideración mutua facilitan el encuentro para el acuerdo o la transacción. No es la violencia quien genera irrespeto. Es el irrespeto quien invita a la violencia.

Que las ansias no se agoten y no se canse el deseo. El sentido de la vida no es una mera definición de intención. Es el alma que desdibuja al desaliento cuando este intenta calar hondo en el ánimo. Es lo que nos instiga cuando parecen desfallecer las fuerzas. Un aliento de renovación que supera la angustia y abre paso a la alegría.

Que la felicidad esté con nosotros, en lo que estamos haciendo y haremos con y para cada uno. La felicidad no es solo el deber cumplido, es también el bienestar, la prosperidad. Una vida plena no es una utopía irrealizable. Es una posibilidad que se construye con las manos de la hermandad, la justicia de los derechos comunes, la sensibilidad, la vergüenza, la amabilidad.

Que seamos capaces de trascendernos, crecer, y hacer nuestra vida más humana, nuestro país más placentero, nuestro planeta más habitable. Vivir es un privilegio que hay que agradecer multiplicando la vida, cultivándola con amor, humildad, entrega. No hay que ser excepcional. Es suficiente con ser bueno.

Que logremos hacer un mundo menos malo, como primer paso en la construcción de uno mejor.

Que todos queramos hacerlo.

Que nos entreguemos sin vacilación ni reservas.

Que crezca en nosotros la convicción de que Vale la Pena!

viernes, 4 de septiembre de 2009



FREUD EN LA HABANA
(Apuntes sobre la sexualidad del cubano)
Manuel Calviño.

Si Freud hubiera vivido en Cuba por estos tiempos, una gran dificultad teórica absorbería todo su pensamiento hasta llevarlo quizás a la neurosis: su hipótesis de la sexualidad como motivo basal de todo comportamiento humano que cristaliza en el Complejo de Edipo, sexualidad que resulta ser el instituyente fundamental de todo el aparato psíquico, encontraría tantas razones de confirmación como de descrédito. Y es que el genial creador del Psicoanálisis, pilar fundamental de una buena parte de la cultura occidental de este siglo, identificó rasgos fundamentales de la sexualidad tomando como base el comportamiento sexual del europeo (sobre todo del austríaco, germano, y bastante menos del anglosajón) cargó con la experiencia sexológica de su educación judaica, supo imponerse al puritanismo hipócrita de la decadente aristocracia de su época, él mismo fue hombre, cuerpo sexuado. Pero lo que nunca pudo hacer Sigmund Freud fue precisamente andar por las calles de La Habana, conocer, mejor aún, vivir de cerca la sexualidad del cubano.
Intentemos imaginar que aquél viaje que hizo Freud entre Agosto y Septiembre de 1909 a los Estados Unidos de América, acompañado de dos colegas y discípulos, Sandor Ferenczi y Carl Jung, a bordo del transatlántico alemán "George Washington", se hubiera realizado con una escala de tránsito de apenas 24 horas en La Habana, y unos 85 años después.
* * *
Agosto es un mes caluroso en Cuba, como casi todos los meses. Pero La Habana tiene un "aire acondicionado" natural: El Malecón. Una joven de tez trigueña avanza de Oriente a Occidente iluminada por un sol que ruborizado ante tanta belleza, multiplica sus rayos. Su contoneo no necesita acompañamiento musical. Es un baile a cappella. Desde muy niña fue enseñada a caminar así: "Camina con gracia mi'jita.. Muévelo todo que pa’eso Dios te lo dio”. Su cuerpo ha sido moldeado por una cultura que valoriza las zonas erógenas tanto o más que las pensantes, que concede a la geografía física un lenguaje superior al de las palabras. "Mami,que cosa es eso!” - se le escucha decir a un hombre que mira a la joven y llevándose la mano a la frente se queja - "Esto es un dolor”.
El médico vienés, profundo conocedor y analista de la mente histérica, intenta una lectura psicopatológica que encuentra una relativa aceptación en sus acompañantes. En realidad su marco conceptual solo le permite una interpretación un tanto arcaica, prejuiciada, sobre todo descontextualizada, que dista de representar la realidad subjetiva y comportamental de la sexualidad de la mujer cubana. La de aquí no es la mujer europea y mucho menos la histérica de sus interesantes estudios de finales del siglo pasado.
El ser sexuado de la mujer cubana tiene su especificidad nacional, es también un rasgo distintivo de su identidad. Una sexualidad extrovertida, que no tiene reparos en mostrar, en descubrirse auténticamente, en sentir activamente y no solo como reacción a la solicitud del hombre. Ella quiere gustarle a un "El", pero también quiere gustarse a si misma, sentirse hermosa, atractiva, sensual. Nada de lo que lleva consigo es una casualidad. Todo ha sido puesto con alguna intensión. No solo muestra su cuerpo. Hace ostentación de el. Quizás por esto cree demasiado en los "dones naturales" y en ocasiones, "confunde los instrumentos con la música”.
La muchacha ha venido a sentarse justamente a muy poca distancia del lugar escogido como observatorio por los científicos. Ella se sabe observada y esto le es como un reto para pavonearse aún más. Con cada gesto, con cada movimiento de los brazos parece estar diciendo "Yo soy la Mejor de todas”. La mujer cubana se reconoce como una mujer de gran atractivo no solo físico, sino también comportamental. Si el Dr. Freud hubiera intentado un experimento de asociación libre, se hubiera sonrojado de pies a cabeza: "Mujer...Hombre”;"Sexo...Inagotable”;Cubana...Fogosa”;"Amor...libre” ; "Deseo...Insaciable”
El cubano es depositario de una representación social (no solo nacional, sino de alcance internacional) en la que aparece como gran artífice del amor, de una fogosidad lujuriosa, especialista en contiendas sexuales - "Eso sí es una hembra”, "Eso sí es un macho”. Si lo es o no, no es tan fundamental. El asunto es sobre todo cuánto se lo crea, y más aún, cuánto logra hacérselo creer a todo el mundo. En un radio portátil se escucha el estribillo de una canción - "Alardosa. Tú te vas por encima del nivel”... - en otro receptor un poco más allá se escucha..."Tú eres más rollo que película”.
Lo que tiene desconcertado al descubridor de la mente inconsciente, es la casi total ausencia de represión en el comportamiento sexual del cubano. La libido se desborda en cualquier ámbito sin la más mínima angustia. El cubano vive abiertamente su sexualidad, su sexualidad es también su modo de vivir. Quedaron atrás los tiempos de los convencionalismos tributarios de profundas diferencias sociales y económicas. Quedaron atrás los tiempos dominados por la discriminación sexual, racial, social. Los de hoy, son tiempos de libre expresión de la sexualidad, no carentes de prejuicios sexistas ni del juego del doble sentido, de la doble moral, pero marcados sobre todo por la libertad del cuerpo, por el placer como opción y decisión personal.
Un hombre de unos 25 años avanza hasta el lugar donde está sentada la trigueña. Jung, de vocación más experimental, le hace una seña a Freud - "Observe, maestro- le dice el suizo al austríaco - la lucha por la conquista está por comenzar”. El joven moreno baja el volumen de una inmensa y pesada radiograbadora que trae en su mano derecha y le dice a la joven - "Oye mami, estás...más dura que la situación!”. Ella con una sonrisa socarrona le riposta: "Si mi papi te sorprende en ese chistecito conmigo, te va a dejar como un restaurante en moneda nacional: No vas a servir para nada”.
Los científicos comienzan un arduo debate interpretativo. Ferenczi no tiene la más mínima duda. Para él, se trata de una agresión política que se aprovecha del lenguaje del sexo para vencer las limitaciones del Super-Yo totémico. Jung, por su parte, apuesta a una manifestación arquetípica como aquella del hijo amante de Cibeles, o el Dios - héroe que domina, que castiga y salva. El Maestro, que se ha mantenido silencioso, sentencia convencido: "No hay duda posible. Estamos ante El Drama Edípico”.
En la nomenclatura erótica cubana, "mi papi", "mamacita" y cualquier otro tipo de referencia a las figuras parentales, goza de una frecuencia de aparición sencillamente abrumadora. Simbología Edípica? Reminiscencia infantil regresiva en el comportamiento sexual del cubano? La explicación parece en extremo azarosa y sin duda alguna superficial. El sexo, la sexualidad, es uno de los hilos conductores de los vínculos parentales en el modelo familiar del cubano, y por ende, de la extensión que de dicho modelo se hace a todo el sistema de relaciones interpersonales. El padre es padre en tanto hombre y su condición de hombre es la que da sentido a su paternidad. Lo mismo ocurre, aunque quizás en menor medida, con la mujer. La familia cubana, anchada hoy por las múltiples reestructuraciones de pareja, por las distancias geográficas de sus miembros, por las interconexiones de raza e incluso de nacionalidades, marca profundamente la subjetividad de sus miembros por los roles de sexo. No importa cuánto socialmente se hayan borrado ciertas diferencias o cuánto una más justa distribución de las tareas se ha logrado al interno del funcionamiento familiar, Papi es hombre, y Mami es mujer. El papi y el mami del discurso simbólico de la sexualidad es familiaridad, intimidad cuasiparental con el sujeto de la relación de pareja, es fidelidad y respeto al ser amado, es cariño tierno y candoroso, como el de los niños. Sentimentalmente, el cubano es un niño en un cuerpo que le queda chico y a la vez lo supera.
De lo que no queda duda es de que en materia de relaciones sentimentales, el cubano goza de una especial capacidad para la disociación: Afirma con Madonna que "el amor es emoción, y el sexo, acción”, pero atestigua con Sharon Stone que "el sexo es perfecto cuando el cuerpo está supeditado al espíritu”. Al fin y al cabo repite con Kim Bassinger, que "el erotismo es menos perverso que la hipocresía”.
Las horas han pasado y se profundiza la polémica entre los tres exploradores del alma humana. Jung está a punto de convencerse de que su maestro ha estudiado la sexualidad humana sin conocer una de las claves importantes del Concierto Internacional de Eros. El mismo Freud comienza a reconocer que "aquí hay algo distinto”, que por el momento, como buen europeo, denomina de "exótico". Una pareja que está muy cerca de ellos, sin el más mínimo recato, aumenta el volumen de su radio y se pone a bailar semifrenéticamente al compás de lo que parece ser la legalización del infanticidio - "Qué te pasa mami ? Qué me estas haciendo ? Tú me estas matando con tu movimiento”. Y sí; el movimiento de la pareja es "asesino", promotor de ensoñaciones sexuales en vigilia. Freud no puede creer lo que esta viendo, pero tampoco puede dejar de verlo. Jung vuelve a la carga y descubre allí las danzas de la fertilidad, de la procreación.
En el pasado de Cuba hay quizás marcas que aún esperan por ser claramente reconocidas. La nacionalidad cubana tiene una fuerte carga de negritud, ya no solo en la pigmentación de la piel, sino en la sangre, en la sangre de la sociedad: las representaciones compartidas, las creencias, las costumbres. Cuba se erigió sobre la esclavitud. El esclavo fue buscado por su fortaleza, por su resistencia. Así llegamos al negro. Fueron traídos miles de hombres negros cuya única posibilidad de sobrevivencia era su fortaleza, y en esto descansó su noción de virilidad. Muchos hombres fueron traídos, y muy pocas mujeres. Y los miles de hombres negros que llegaron, vinieron con cientos de hombres blancos de España, también sin mujeres. Posiblemente entonces nació una verdadera "obsesión sexual", producida por la falta de mujer, la separación de los sexos. Así , en las escasas ocasiones en que se podía bailar, produciéndose el encuentro físico con el cuerpo deseado, los movimientos del baile se sexualizaron, sublimaron de hermosa manera el eros insatisfecho. - "a falta de pan, casabe”. Los bailes se hicieron miméticamente eróticos.
En la sexualidad del cubano de hoy hay bastante de aquella obsesión, que no responde a represiones actuales, sino a históricas, a represiones que dejaron sus marcas en ese "sexualizarlo todo". Es como no perder ni una oportunidad - en el baile, en el chiste, en la simple conversación entre amigos, hasta en el discurso político - simbólico (no olvidar que durante los primeros años de la Revolución, al máximo líder del país le decían popularmente "El Caballo", que además de ser el numero uno en la charada, juego de azar que era tremendamente popular en Cuba, es la viva imagen de la virilidad, del dominio y el apetito sexual, "El Machazo". El mismo Freud identificó con un caballo la imagen pulsional instintiva de la fuerza y energía libidinal del Ello.
Mediodía en La Habana. Se siente mucho más en el desprotegido muro del malecón. Un nativo, con la misma certeza y seguridad profesional con que lo hiciera el más sabio meteorólogo especializado en predicciones climáticas, afirma: "Este año ha hecho más calor que nunca. Si esto sigue así, no va'aber quien coño lo aguante”. Freud escucha y asiente. Su habitual traje de paño con chaleco se ha convertido en un horno que amenaza con derretirlo. Instintivamente comienza a quitarse un poco de ropa, allí mismo, delante de todo el mundo. Jung y Ferenczi lo miran perplejos - no es un comportamiento para nada habitual en el hijo de Jakob y Amalia. Desvestirse, andar poco vestido, es un claro índice de referente sexual, es una incitación al eros del otro. De pronto Freud, en un claro insight contratransferencial grita "Eureka”, parafraseando al genial Arquímedes - "El clima, el calor, afectan la sexualidad del cubano. El calor afecta la energía, es en realidad una forma de energía que se suma. La energía libidinal se ve aumentada por la calórica”.
De lo que no hay duda es de que el calor es una invitación a tener la menor cantidad posible de ropa sobre el cuerpo. "El calor - dijo un rumbero cubano - es un aliado de la propaganda sexual”. La sexualidad del cubano, el cubano mismo es muy perceptivo. "Si no veo la mercancía, no hay negocio". La sensorialidad es fuerte en el comportamiento sexual del cubano - el olor, el gusto, y por sobre todas las cosas- la visión. Descubiertos los cuerpos para contrarrestar el castigo del calor, son una invitación perceptible al erotismo cotidiano. "Un buen par de nalgas - sentenció aquél filosofo rumbero - son como una tumbadora con el cuero tenso. Parece decirte: ven a tocar la rumba”.
Muy cerca de la joven trigueña pasa otro "pescador de orilla" y se le oye decir - "Que va, yo no quiero ni miral e'to. Me va'dal un infalto. Asesina!”. Ahora Freud ha decidido tomar notas. Son demasiadas cosas las que hay que pensar, demasiadas cosas que no articulan con su modelo teórico, aunque se contenta con la unidad de eros y tanátos, y la argumentación energética libidinal.
Alguien, de repente, golpea el hombro del Maestro. Es su colega suizo que con gran indignación y molestia le dice - "Mire esto Herr Freud. Esto si es algo inesperado”. Dos hombres con evidentes modales femeninos caminan por la acera junto al muro. Se ven contentos. Sin embargo, el genio observador de Freud descubre claramente que cada vez que pasan por delante de alguno de los ocupantes del muro, alguna reacción se produce. Unos miran y sonríen burlonamente. Otros manifiestan una profunda repulsión que no esconden. Los peores pasan directamente a la agresión verbal: "Par de maricas! No suelten tantas plumas que me da coriza”.
La sexualidad del cubano es homofóbica. No hace falta ver "Fresa y Chocolate" para saberlo. Es sencillamente evidente. El modo de concebir y de vivir la sexualidad del cubano supone casi directamente, la relación que tiene con (más bien contra) la homosexualidad. Para el cubano la sexualidad solo puede ser "hétero". La "homo" es, en el plano ético una aberración corrupta e inadmisible, en el plano médico una enfermedad, en el político una desviación del camino correcto, y en el "estrictamente sexológico", un desperdicio.
"Los pobres - dijo alguien desde el muro, - no saben lo que se están perdiendo”. Uno de los homosexuales viró la cara y dijo algo, pero el ruido de un Moskovich que pasaba no permitió escuchar.
La homofobia del cubano es casi tan famosa como su fogosidad y como su machismo. “Lo estamos superando”, se escucha decir una y otra vez. Y es cierto. Pero aún esta ahí, y con no poca salud. Para Freud no es fácil acertar en su análisis. Demasiados prejuicios personales. Estrechas también sus hipótesis teóricas sobre el tema. Hay además profundas raíces socioculturales que el modelo pulsional psicopatológico no logra alcanzar.
La joven no se ha limitado a dejarse observar. Ella también ha observado. Ha notado un modo raro de hablar, de vestirse, y está extrañada, casi molesta, porque aquellos hombres no "se meten" con ella. Entonces hace su hipótesis: "Esta gente son de afuera”. Lentamente se acerca al más viejo de los tres, y con ingenuidad infantil le pregunta - "Ustedes son extranjeros?”. Freud siente la sangre subir y bajar aceleradamente por todo su cuerpo. Qué le esta sucediendo? Qué le puede decir aquella mujer que él no pueda interpretar, que él no pueda comprender. El sol sofoca (solo el sol?). Aquella joven es un encanto. Su piel es suave y fina, de un color que recuerda la miel. Sus ojos son redondos y brillantes. Su figura se le impone al vestido y quiere desbordarlo. "Será un accidente contratransferencial?”, se pregunta el aludido. En la mente del maestro resuena una frase que parece ser la fractura de un proceso identificatorio que se inicia: "Que va.. Esto es mucho para un solo corazón”. Las miradas de todas las personas están sobre él. Escucha sus voces silenciosas que le demandan hacer algo, que lo compulsan - "Dale chico. Eso es tuyo”, "Demuestra que tu eres el mejor!”. La situación es tremendamente difícil, pero el que pretende, como Copérnico y Darwin, dar un duro golpe al narcisismo del ser humano, aprovecha también el momento para entender la sexualidad de la gente de esta isla.
El hombre está sujeto a una sobreexigencia sexual. El modelo de "eficiencia masculina" es tremendamente exigente. Exigente sobre todo de parte de las representaciones sociales. Sus componentes son múltiples - tamaño del pene, calidad de la erección, número de veces que realiza el "acto sexual" (coito, porque "lo demás es jugar al flojo"), cantidad de mujeres que ha tenido, en fin, un listado realmente largo, en el que no predominan los aspectos emocionales - "los machos no sienten. Los machos se hacen sentir”. Las emociones, los sentimientos, nos hacen frágiles, y macho y fragilidad no pueden convivir.
Cuánto esas absurdas creencias, esos prejuicios, ese modelo de sobredesempeño obstaculizan un goce más pleno de la sexualidad? Cuánto inhiben una relación más auténtica y natural con el cuerpo sexuado (con el propio y con el de otro)? Cuánto todo esto está en la base de muchas de las disfunciones sexuales? Una respuesta preliminar e intuitiva es: “mucho con demasiado”. Demasiado sobre todo porque hablamos de alguien para quien la sexualidad, liberada de toda sobreexigencia, es un valor, es un modo asumido de su identidad. El cubano es, íntimamente, puro sentimiento, fragilidad candorosa, ingenuidad afectiva. Freud lo comprendió cuando la joven le habló con pasión del bolero, le dijo que lloraba con las telenovelas (incluso con las películas rusas, aunque no las entendía), y que lo que la enloquecía era un hombre que hablara bonito. La mujer cubana exige ser conquistada, amada, convencida. Necesita una flor, una palabra hermosa, en síntesis: sentirse enamorada y que se le enamora.
Desde un camión cargado de hombres alguien gritó: "Jinetera!!!...Consume productos cubanos y déjate de darle tanta cuerda al gallego”.
Que las hay las hay. Que en el malecón las hay, también es verdad. Pero, ya no solo por una razón de ética, de tradiciones y costumbres, sino hasta por un asunto de identidad sexual, la mujer cubana no es jinetera. La sexualidad del cubano no tiene nada que ver con el jineterismo, no es esencialmente una sexualidad prostituible, aunque existan prostitutas y prostitutos. Mucho estima el cubano su sexualidad como para venderla o arrendarla, mucho la disfruta como para desperdiciarla. La mujer cubana, y también el hombre en su modo masculino, es coqueta, presumida, como dicen Los Van-Van "Zandunguera". La mujer cubana va de argollas, labios pintados y perfumada a trabajar en la agricultura, se mira en el espejo y se aprieta al cuerpo la ropa con la que se va a meter en la tierra enfangada para recoger la cosecha, para ir a la esquina se pone que parece de fiesta - "Siempre hay un ojo que te ve”.
Un hombre alto y negro como los zapatos del Dr. Freud se acerca al grupo. Con un poco de desconfianza en el rostro y una mueca que está entre la de los celos y la de la incertidumbre dice - "Buenas tardes”. La joven se voltea sonriente, le da un beso y una pequeña mordida en los labios carnosos al recién llegado y virándose hacia los extranjeros les dice - "Miren, les presento a mi papi”. Freud ya no se extraña de que sea "el papi" de la misma edad que ella, ya sabe que su papi no es su padre. Tampoco se extraña de que después de despedirse, el negro, públicamente y sin reprimir su deseo le dice a ella - "Mami vamo'echando”, le pasa el brazo por la cintura, deja caer su mano sobre la nalga, y camina lento, seguro, viril, orgulloso, como diciendo "esto es mío" - mensaje que ella capta, acepta y reafirma.
Ha sido un día repleto de experiencias interesantes y movilizadoras. Freud, Jung y Ferenczi han decidido no hablar entre si nada de lo que ha pasado. Necesitan tiempo individual para elaborar todo este material. Cada uno se fue a dormir a su camarote. Con qué soñaría Freud esa noche?. Wallace, que no es una referencia de mucho confiar, dice que durante su estancia en los Estados Unidos, Freud le comunicó a Jung que dormía muy sobresaltado porque no lo abandonaban ciertos sueños eróticos.
Veinticinco días duró la visita del Dr. Freud a Norteamérica. Por lo que se conoce, en el plano personal, no salió contento de allí. Quizás porque no le resultaron tan fantásticas las Cataratas del Niágara, quizás porque le dijeron viejo, o simplemente porque su mentalidad no estaba preparada para América. Lo cierto es que su encuentro no fue bueno.
Quién sabe si, precisamente, a Freud lo que le faltó fue pasar realmente por Cuba, sentarse realmente en el muro del malecón, y hacer algunos apuntes y observaciones sobre la sexualidad del cubano. Si esto hubiera sucedido, probablemente muchas de sus conjeturas hubieran tomado otro rumbo. Más aún, quién sabe si el 21 de Septiembre de 1909, al embarcar en el puerto de Nueva York para regresar a Europa, ya a bordo del "Kaiser Wilhelm der Grosse", el genial intérprete de las zonas más oscuras del alma humana le hubiese preguntado al Capitán de la nave - "No será posible hacer aunque sea una pequeña escala en La Habana?"