sábado, 13 de noviembre de 2010


"De la Cenicienta sumisa a la neurótica.
La perversa evitable"
Prof. Manuel Calviño




Capítulo I


Había una vez una joven hacendosa que se pasaba el día hac(i)endo cosas en la cocina. Tanto que su vestido humilde, sencillo, estaba siempre manchado de hollín y ceni-za. Por eso le llamaban “Ceniz-cienta”. Si hubiera vivido en estos tiempos le llamarían “Aceitenienta” o “Inventanienta” (esto último en las mejores tradiciones de la inventiva culinaria de la mujer cubana formada en el espíritu de Nitza Villapol). Cenicienta desde muy temprana edad había perdido a su madre. Su padre después de enviudar se volvió a casar poniendo a Cenicienta en manos de una madrastra muy mala (como todas las madrastras de los cuentos, que solo son igualadas en maldad por los reyes, y los jefes en los cuentos que hacen los subordinados). La malastra, como sería más adecuado llamarle, tenía dos hijas. Peores aún que la misma malastra. Explotaban a Cenicienta exigiéndole aceptar sumisamente todas las tareas domésticas: cocinar, fregar, lavar, tender, planchar, recoger los cuartos, tender las camas, barrer, baldear, dar de comer a los animales (estos últimos por suerte aprendieron a hablar y lograron buenas relaciones interpersonales con la oprimida joven). Cenicienta era “la vilipendiada”. Pero, a pesar de la opinión de los psiquiatras de la época, sin ser un trastorno bipolar, ni una masoquista empedernida, Cenicienta…. Era feliz! Ella sabía que era “su-misión”. Cantaba todo el día mientras trabajaba como esclava, sonreía complaciente ante la maledicencia de su “medias hermanas”. Y más aún, en las escasas horas en que dormía, y en una semivigilia controlada, Cenicienta soñaba. Soñaba con un príncipe que la amara. De tan humilde que era nunca pidió nada. Pero una noche, inesperadamente, su hada madrina le hizo el mejor regalo que puede tener una joven buena y hermosa: le regaló una oportunidad. Y gracias a un zapato de “cristal fundido con hierro” Cenicienta encontró a su principe, con quien se casó y…. siguió siendo feliz.

Capítulo II

En su nueva vida de casada Cenicienta siguió siendo feliz… al menos al inicio. Todo era mejora. De madrastra mala a Principe bonito. De sirvienta a ama de casa… ama de Palacio. La permuta de una barbacoa modelo “desván” a un Palacio Real era indiscutiblemente ventajosa. Cómo no iba a ser feliz. Pero algo le causaba cierta intranquilidad: “¿cómo se es princesa? ¿qué tengo que hacer?”, se preguntaba la joven. Ella sabía ser “sirvienta”, su malastra se lo había explicado y exigido. Pero y las princesas ¿cómo se comportan?. “Se acabaron los ratones en la casa.. ni las princesas, ni las mujeres casadas hablan con animales…mucho menos con lobos feroces. Mira lo que le paso a Caperucita” fue una de las primeras definiciones del Principe consorte. “Además, no quiero sentirte más con olor a cebolla, eso es perfume barato (en aquella época, ahora es casi tan costosa como el Paco Rabane)…Las princesas huelen bien…Aquí, además, no tienes que trabajar... el trabajo es cosa de pobres. En Palacio no te faltará nada. Para dártelo todo estoy yo aquí” Cenicienta podía seguir siendo feliz. Cambiaron su escenario. Cambiaron sus acompañantes. Pero ella seguía invariablemente con “su-misión”. “No hay mucha diferencia entre ser sirvienta o ser princesa… se trata siempre de hacer lo que te manden” - concluyó la agraciada. Y con esto su relativa intranquilidad inicial desapareció.
Fue así durante muchos años. Hasta que un día, la misma hada madrina que una vez sin que ella lo pidiera le dio una oportunidad, se le apareció y le preguntó: “¿Estás satisfecha con tu vida?” “Sí” le contestó sin dudarlo la Princesa Asunción- nuevo nombre que habían dado a la que otrora fuera Cenicienta. “¿Pero no te das cuenta que tu vida está vacía?” pregunto el Hada, que a pesar de sus años se había impregnado de las nuevas corrientes de pensamiento. “¿Acaso no te das cuenta que no eres libre? Eres una marioneta de los intereses y deseos de tu dominante marido. ¿No crees que deberías poder tener tu propio sustento económico, ser Princesa no por consorte sino por méritos, estudiar, trabajar, ser un ser social activo, consciente, responsable, comprometido?” Aquellas palabras calaban hondo en la mente de Asunción (Cenicienta). “Únete a nosotras. Somos el grupo FUNDIDAS (Frente Unido de Insatisfechas Decididas a Superarse). Basta de explotación. Basta de encerramientos domésticos. Queremos ser como los hombres”. Por alguna razón desconocida, aquella sentencia de ser como los hombres puso en alerta y cautela a nuestra princesa. “No me respondas ahora. Piénsalo” terminó diciendo la propietaria original de la “varita mágica” de Harry Potter. Para Asunción, antes Cenicienta, que tenía su vida bien asumida, comenzó allí un proceso de modificación que desembocaría en la conversión de su-misión en neurosis.

Capítulo III

La vida sexual de Cenicienta distaba mucho de lo que había leído en algunos libritos que de manera profusa circulaban entre las jóvenes aristocráticas. En particular las narraciones de un tal Marqués de Sade parecían como cosas imposibles. A uno de los pajaritos amigos de ella le había escuchado decir que el Príncipe era “gay”. Pero no entendía que tenía que ver con su total ausencia de sexo. En todo caso era mejor “Si además de ser la esposa del príncipe tengo que ser su mujer y quien sabe si mañana madre de sus hijos… creo que me volvería loca… Es mucho para un solo corazón” pensaba la agraciada joven. Efectivamente los pajaritos eran solo pajaritos. Los ratoncitos solo ratoncitos. Y ella tenía que ser Princesa y esposa. “Menos mal que no tengo que ser ni mujer ni madre”. Sin embargo, percibía que en ocasiones como una picazón la estremecía. Como si quisiera algo, pero no sabía qué. A lo lejos se escuchaba una insoportable música de plebeyos y gente baja: “negra, mulata. Si quieres coco ven y súbete a la mata”. Ella prefería las trovadorescas coplas de un moro de Milán – Paolo el Milanés – que decía: “Muchas veces te dije que antes de hacerlo había que pensarlo muy bien”. Cenicienta Asunción, seguía pensando en la propuesta del Hada Madrina: ingresar en la ONG “FUNDIDAS”. “Quizás sería interesante ser Alquimista… fundar un Polo científico y desacreditar a las parlanchinas brujas… pero para eso tengo que estudiar. Luego tendré que tener un laboratorio y todo eso presupone trabajar”
“Vade Retro Satanás!!” Grito el príncipe, cambiando la S por Z, cuando su esposa le habló del proyecto. Bastaba, según él, estar en Palacio y mantener “su-misión”. “Mis primastras después de la decepción por no casarse contigo lo hicieron y les va muy bien”. “Es distinto – argumentó el Príncipe – ellas no tienen esposo, y además son feas. Las mujeres feas son las que se dedican a la Ciencia, a trabajar” Los argumentos eran a todas luces inconsistentes, pero “el que puede puede”, lo que quiere decir que el asunto no es tener la razón, sino el poder. Y el poder estaba en manos del principe (sustituto funcional de la malastra, representante anticipado del jefe). Cenicienta se molestó mucho. El “síndrome de la fruta prohibida” se estaba adueñando de la joven. “Lo haré. Cueste lo que me cueste”

Capítulo IV

Cenicienta estaba cansada de la vida que llevaba. “Convivir con los suegros es terrible aún cuando tengas un Palacio” escribió en su diario. De modo que el divorcio era no solo inminente, sino justificado. “Incompatibilidad de caracteres” acordó con el príncipe, a quien días antes había sorprendido con un mancebo en su alcoba… “No es lo que tú piensas… es que estoy filmando una telenovela que se llamará “Talco en los glúteos” y acá el joven me está ayudando”.
Cenicienta volvió a su choza con una pensión decorosa (50 pesos MN). Le alcanzaba para la canasta básica… obviamente para la canasta, vacía). Se reincorporó a sus labores habituales, pero además se puso a estudiar y luego de unos meses comenzó a trabajar como “invetigadora emergente”. Se produjo en su vida un cambio esencial. Como todo, para bien y para mal.
Ahora se sentía liberada de la “esclavitud de palacio”, ahora era un sujeto socialmente activo. Pero no tenía marido. Los hombres le tenían o miedo o desconfianza. No tenía hijos, pero sus sobrinos, hijos de las feas primas la hacían presuponer con claridad asombrosa lo que pasaría si además fuera madre.
“¿Cómo se puede ser tía, sirvienta, investigadora, mujer deseante, y miembro de una ONG?.... creo que tendré que ingresar en la AJC (Asociación de jóvenes en conflicto)”.
Efectivamente estaba en problemas: Ahora tenía cuando menos dos jornadas laborales, dos jefes, deseos insatisfechos propios y ajenos. En cada ámbito y cada jefe le exigía por hacer lo que tenía que hacer. Pero al final la evaluación era “Insatisfactorio”. Probó con “su-misión”, pero… “¿su-misión en la casa o su-misión en el laboratorio…. That is the question?” se preguntaba una y otra vez. Cumplir su-misión en uno le impedía cumplirla en la otra. “Hay tiempo para todo” decían sus primas. “Ustedes no leyeron la “Consagración de la Primavera…” y no hay video pirata. Así que en todo caso saben de primavera, pero de Consagración no!!!”
La situación se tornaba insostenible. Pero apareció su Hada Madrina. “Te lo dije… Únete a nosotras. Tienes que darle un enfoque de género a tu vida. Te hacen todo eso porque eres mujer…. Te quieren sumisa. Pero niégate”.
“Quiero pero no puedo, puedo pero no quiero, hay pero no me toca, me toca pero no hay… Mi Yo-casa, Mi yo-trabajo, Mi yo-yo… soy tres, como Eva, Eva Black and Eva White (The three faces of Eva)… son tres!...tres! Eureka! lo que tengo es “estrés”!!!! Cenicienta se había acercado a la verdad. Pero no precisamente estrés era su dolencia. Su dolencia se llama Neurosis.

Capitulo V

Cenicienta estaba convencida. No podía seguir así. Tenía que dar un enfoque adecuado a su vida, un enfoque de género. Una noche en su antigua habitación barbacoa modelo “desván”, Cenicienta imploro a su Hada Madrina: “Por favor, ayúdame, ayúdame. Haz conmigo lo que haya que hacer”. El Hada Madrina aprovechando un apagón no programado realizó “el milagro”.

Con unos pases de varita mágica en la cabeza de Cenicienta, en un sencillo acto de travestismo, la convirtió en hombre. “Ahora sí todos mis problemas quedarán resueltos… no tendré que ser sirvienta en casa, me considerarán más capaz en el trabajo, no tendré que ser madre, no tendré que cocinar, fregar, planchar… Urra!!!!” Y dicho esto, y en honor a su padre, quien había trabajado en un prestigioso centro de Investigaciones científicas, CNIC, se autonombró “Cenic-ciento”.
A pesar de estar aprobada la resolución para la “reasignación sexual” y la inoculación de andrógenos y otras yerbas, solo optó por cambios “externos”. Y así volvió al trabajo. Pero…Nada cambió.
Ahora era exigido como hijo varón único en su casa, como investigador en el centro, como militante en su núcleo, y aún más las mujeres lo miraban insinuantes y si no respondía sería acusado de “marica”. De modo que muy pronto se dio cuenta que la solución que había ensayado no era buena. La decepción de CNICciento (alias Cenicienta la transvestida) lo llevó a una profunda disquisición filosófica. “El asunto no es de genero, el genero viene a agregar más daño al problema… pero lo esencial es otra cosa” Ahora seguía con exigencias múltiples. Su intento neurótico por cumplir con todo la/lo llevaba a no cumplir del todo con nada. Se fue a la consulta del Psicólogo de la familia, y este le dio una explicación bien científica, pero poco útil.
Un día se encontró con quien había sido el “probador del zapato de hierro” y desgarradamente le contó la historia. El antiguo heraldo del Palacio, hoy convertido en encargado de edificio múltiple, le comentó: “A mí mis hijos me exigen y dicen que no estoy a la altura. Mi jefe, más de lo mismo. Mi esposa que si ya no la quiero como antes. Mis amigos que soy un falso. Y todavía hay quien quiere que le busque el zapato y se lo pruebe para mejorar su suerte”.

Epílogo I (aleRtador)

“Sabes que, me da igual. Haz lo que quieras… bótame, sancioname, tráeme a la policía”. Nadie podía creer que una exprincesa, hija de un investigador del CNIC, apadrinada por una madrina poderosa, transexuada por obra y gracia de la Ciencia….y la tolerancia, se comportara de esa forma. “Hace poco lo vi en una honda rara… estaba “enyerbado”, o quien sabe si era “carga pesada” – comentó una vecina del SDRI (Servicio de recirculación informativa) que tampoco se explicaba que bicho había picado a Cenicienta. El Psicólogo diagnosticó: “Es una perversión. Cenicienta padece de una perversión sociopática… no acepta normas, las transgrede por principio. No encuentra placer más que en la negativa, hacer todo lo que no se debe ni es bueno hacer. La perversión es el grito de guerra de un estado de desesperación” El perro amigo de su infancia, que ya estaba completamente sordo, era su único confidente: “Me estrujaron demasiado… todo les parecía poco. Eso sin contar que nunca se adaptaron a mi cambio de identidad… me pedían una cosa por aquí y otra por allá… y yo explicándoles que la semana no tiene más de siete días…. Oye es que caes en la trampa de tratar de ser estrella en todo, y después… por dónde menos te lo imaginas empieza a romperse la soga. Hasta que llega un día en que dices: me da lo mismo. No estoy ni ahí”. El Departamento de Recl®usos humanos tomó cuenta en el asunto. Lo único que la asombró era el parecido que tenía el jefe del departamento con Torcquemada, el maléfico líder de la Inquisición. La sancionaron. Le pusieron una nota en el expediente. Le quitaron el derecho a jaba y al estimulo. Le pidieron expulsión. Unos días después se le vio preguntando cómo era eso del “bombo”.
En sumisión fue feliz, pero falsamente feliz. Por eso se rebeló, aunque pagó su costo. Se empeñó entonces en afrontar y vencer todas las dificultades “todo es posible”- pero al final la neurosis no tardó en hacer de las suyas. El estrés la acorraló. Nunca comprendió que hay algo peor que la sumisión, la neurosis, el estrés: lo peor es la indiferencia.
Pero ¿alguien la ayudó a comprenderlo? ¿No fue acaso llevada hasta allí? ¿Es que acaso los comportamietos humanos no son el resultado de las condiciones reales de vida?. El sabio perro, en una entrevista que le hicieron para el NTV, sentenció: “No podemos olvidar que la gente piensa como vive”

Epílogo II (aleNtador)

Todos se reunieron creando un ambiente propicio para la honestidad, la expresión libre de pensamientos e ideas. Tenían la posibilidad y querían construir el destino no solo de la Cenicienta, sino el de todos. Cenicienta, CNICciento, Asunción, como quiera llamársele no era más que una historia entre muchas similares. ¿Podían permitirse que para ser un buen trabajador hubiera que ser un mal padre, o una mala madre, o sencillamente no serlo? ¿Era justo y prospectivamente constructivo que la voluntad de un jefe o de una normativa, subsumiera la voluntad de todos hasta el paroxismo del antagonismo irreconciliable? ¿Eran los roles más importantes que las personas? Fueron estas y otras las cuestiones que analizaron como compañeros, como amigos, comprometidos y empeñados en el bienestar y la felicidad. “No puede haber felicidad al final de un camino infeliz”- sentenció Cenicienta. Y más adelante enarboló más que una consigna, una decisión profundamente sentida: “No a la sumisión. No a la neurosis. No a la perversión”. Todos se abrazaron y se distribuyeron las acciones a realizar. Se tendrá que “cambiar todo lo que tenga que ser cambiado”. Era de noche y en la televisión alguien decía: “La nuestra, es una alternativa distinta a la sociedad que promueve el egoísmo, la avaricia, lo superfluo y la irresponsabilidad…” Cenicienta sentía reflejadas sus ansias. “El camino no será fácil – pensó – pero Vale la pena”.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

BREVE ENSAYO SOBRE LA PSICOLOGÍA EN CUBA


BREVE ENSAYO SOBRE LA PSICOLOGÍA EN CUBA
Manuel Calviño.

Parafraseando a Chaplin suelo decir que la Psicología en Cuba, así como la propia profesión de psicólogo, es un ensayo. No hemos tenido tiempo para más. El ensayo es “perfectamente imperfecto”. Su perfección está en su ajuste a la realidad que ensaya representar. Esto es “adecuación”. Su imperfección, en pretender transgredir los límites de dicha realidad y solidificarse como verdad más allá de los designios de la primera. Esto es “anquilosamiento”. Por eso los ensayos siempre son personales y contextuales. Al mismo tiempo, hablar de la historia de la Psicología en Cuba es algo a lo que no me atrevo del todo. Mi vocación, dije alguna vez, es de cuentero, no de historiador. El cuentero tiene su principal misión en mantener viva la memoria histórica y adornarla con placer y humor: Ensayar la historia. Con esto cumple su cometido. No es poco. Incluso porque cualquier tarea de historiador esta inconclusa sin la del “cuentero”.
Tengo que comenzar por “un inicio”, que no es lo mismo que “el inicio”. Todo inicio es ruptura, es el paso de algo que “no” a algo que “si”, es la diferenciación de un punto que permite hablar de “antes” y “después”. Mi inicio son los años sesenta.
Desde Cuba “los sesenta” se vivieron como un arrebato de humanismo crítico trascendente, un grito de esperanza y confianza en el ser humano, un basta multiplicado por millones de voces. Con la negativa, la ruptura o la lucha constructora se destrozó la imagen de perfección edulcorada y falsa que, siguiendo las enseñanzas de Dorian Grey, la sociedad de clases había construido para sí. Es la época de la defensa de las mayorías desde una estética de las diferencias, una ética humanista fundamental y una ideología cuando menos revolu-cionadora. Los desposeídos no clamábamos posesión, no queríamos sencillamente tener. Reclamamos y exigimos nuestro derecho a ser. Los sesenta son los movimientos de liberación, la Revolución cubana, el Che, el Mayo Francés, las revueltas estudiantiles mexicanas, las reformas universitarias. Es el Tropicalismo de la música brasilera, Chico, Caetano, Milton. Los sesenta son García Márquez, Ernesto Sábato, Juan Carlos Onetti, José Donoso. También son los Beatles, el movimiento del “make love not war”, los pelos largos. Para nosotros en particular son los años llamados de efervescencia revolucionaria, la búsqueda de un modo propio, “Palabras a los intelectuales”, la unificación de los partidos políticos, Silvio Rodríguez y Pablo Milanés, las grandes movili-zaciones agrícolas, los planes de educación emergentes. Todo al fuego. Allí, entonces, nació en Cuba, luego de muchos años de gestación, la Psicología.
Nacer asociada a un proyecto de bienestar y justicia social mayoritario, “con todos y para el bien de todos” (José Martí), un proyecto emancipatorio de profundo carácter nacional y popular, un proyecto enraizado en las necesidades fundamentales de las personas, en sus derechos inalienables, es un privilegio histórico para cualquier profesión de vocación humanista. Lo fue para la Psicología. Tomar del pecho de un ideario prosocial bautizado con lo mejor del pensamiento progresista de la época, que caminaba de la vida al marxismo, de la realidad a su representación, fue también un factor de despliegue social potencial nada despreciable. Dar los primeros pasos de la mano de una encomienda social, de un conjunto de “tareas urgentes” que, si bien no dejan mucho tiempo al ejercicio crítico del pensamiento, son capaces de construir prácticas críticas, más allá del estable-cimiento de encuadres paradigmáticos es, al menos, un desbalance menos alucinante que su inverso (es decir construir meta-realidades simbólicas, nomi-nativas, en franca ejercitación de ciertos mala-barismo conceptuales). Hacer antes de reflexionar, ser antes de pensar, andar antes de saber caminar: he aquí horrores que provocarían la ira de las élites inquisidoras del pensamiento científico. Horrores que son errores: errores placenteros, bienaven-turados, de una historia que pudiera acuñarse con el nombre de “perfectamente imperfecta” y que ciertamente se parece más a la vida misma que la promulgada por los “sancionadores de cualquier nacimiento”.
Es indudable, desde mi punto de vista, que la Psicología en Cuba desde sus inicios significativos, en la década de los sesenta, ha tenido una construcción social fuertemente enraizada en la realidad. La verdad, para suerte de los psicólogos, no tenía como no tenerla. Nació de un vientre socializador, de un proyecto fuertemente enraizado en las necesidades fundamentales de la sociedad, de las mayorías. Esto no demerita para nada el papel social de los profesionales como “rol asumido”. Pero, contingencialmente, era un destino casi ineluctable (¿acaso algún destino, entendido como el impacto de la historia, no lo es?). Como todo, el carácter de esa presencia social tiene marcas cuyo reconocimiento nos ayuda a preservar y superar, operaciones básicas del cambio: robustecimiento y desarrollo. Señalo algunas.
La constitución social praxológica (me refiero a la teoría de la praxis) de la Psicología en su debut, es una presencia compulsada desde fuera de la Psicología, obviamente por el propio proyecto sociopolítico que le da cuna. No se trata de un gremio profesional que hace una lectura y decide, sino que responde a un llamado. Razones más que comprensibles demarcan esto: la primacía del mismo proceso social por sobre cualquier otro proyecto particular – la revolución nos absorbió con nuestro consentimiento. Ella era(es) el punto de integración, la demanda fundamental que movilizaba a una exigua, casi inexistente, cantidad de psicólogos con experiencia y formación en el país.
Pero no por compulsada extrínsecamente la presencia social resultaba menos asumida ni menos construida desde la decisión. Al llamado dijimos presente. La presencia social de la Psicología en la época se realizaba entonces sobre todo dentro de las prácticas conjuntivas de estudiantes, profesionales, científicos, intelectualidad en general, al interno de un proyecto que las abarcaba, pero que aún no las diferenciaba. Un proyecto que las trascendía y delineaba un cauce para su desarrollo. El protagónico de los sesenta no pertenece a la Psicología. Pertenece a la lucha por la liberación, la emancipación, la independencia, la creación de una sociedad “…con menos desigualdades, menos ciudadanos sin amparo alguno, menos niños sin escuelas, menos enfermos sin hospitales, más maestros y más médicos por habitantes que cualquier otro país del mundo…un pueblo instruido…” (Castro F. 1998). Los que han indagado con más profundidad en la historia del ejercicio profesional de la Psicología en Cuba testimonian su orientación dominantemente social reivindicadora de prácticas sociales constructivas.
Con esta “energia vitalizadora” la Psicología, aceleró sus pasos ascendentes marcados por la voracidad de los sectores jóvenes que llegaron a ella, más bien que la instituyeron. Un desarrollo impetuoso construido con la frescura ecléctica y pragmática del accionar imprescindible en los escenarios sociales concretos. Hicimos psicología clínica y de la salud con acceso total a todos los ciudadanos del país, sin consultorios privados, superando el solo enfoque asistencialista en el paso a la construcción de un enfoque preventivo y promocional. Hicimos psicología dentro de los procesos educativos nacionales, dentro de sus diversas instituciones y en el peregrinaje de un sistema privado a uno socializado y de acceso gratuito total, de una escuela autocrática a una participativa, de una instrucción ortodoxa a una educación para la vida. Hicimos psicología en fábricas, empresas, ministerios, comunidades, en todo lugar donde la construcción de una nueva subjetividad necesitaba apoyo, orientación, levantamiento de resistencias, pensamiento crítico. Dónde quiera que la búsqueda suponía tropiezos. Hicimos psicología dónde la autoestima nacional se robustecía por los éxitos internacionales en la arena deportiva, donde el acceso amplificado a la cultura facilitaba el encuentro de poblaciones antes excluidas con la televisión, el cine, el teatro. Hicimos psicología en los espacios de solidaridad dentro y fuera del país. Fuimos beneficiadores beneficiados.
Lo hicimos en condiciones de asilamiento (para bien y para mal: a veces es mejor estar solo que mal acompañados) pero lo cierto es que nos hubiera sido de mucho provecho poder tender puentes con “Plataforma”, con “Documento”, movimientos que en Argentina promovían una crítica demoledora a la asepsia de las instituciones psicoanalíticas tradicionales y hacían del compromiso político un pilar del desarrollo profesional. Que tal si hubiéramos cerrado fila con Ruy Mauro Marini en Brasil o en México, con lo mejor del Instituto Lumen en el Uruguay, con Carrasco, con Scherzer. Que tal si hubiéramos contado con las infatigables pensadoras que fueron y siempre serán Marie Langer, Silvia Lane. Todo esto nos llegó más tarde.
La Psicología en América Latina comenzaba su ebullición, pero el despiadado bloqueo instaurado por el gobierno norteamericano, la prostitución mercenaria de la OEA, el entreguismo de los gobiernos de facto y de turno en nuestro continente nos cerraron las puertas. Doble bloqueo: La Psicología en Cuba impedida de configurarse en el contexto latino-americano. La Psicología en América Latina separada de la “inoculación marxista socializante” que podría brindar, de manera más cercana que la euroasiática y con perfiles de la añorada unidad bolivariana, la experiencia de Cuba. Sin embargo otra fue la historia, otra la psicología en el continente. Como dice Bock A. apenas “una profesión importante, pero incapaz de generar su importancia social... un hacer necesario que no abarca a todos los que de el necesita; un saber importante, pero un hacer pequeño” (Bock A. 1993 pag.284).
Fue así que llegó el contacto con la Psicología Soviética. Hay quienes creen que la época de la “rusificación” psicológica fue "un mal necesario". No lo creo así, desde ningún punto de vista. La influencia soviética inicialmente nos ayudó a crecer, aún admitiendo que copiando su imagen especular de psicología. Luego los psicólogos soviéticos, su obra, su modo de pensar y hacer la psicología, fueron como los padres somos ante nuestros hijos: blanco de las críticas sobre las que se construye la identidad. A los soviéticos les faltaba la frescura ecléctica y pragmática del accionar imprescindible en los escenarios sociales concretos. Cuando he analizado la “muerte anunciada” de la Psicología Soviética (Calviño M. 1997) no he dudado ni por un segundo en llamar la atención sobre “el desarrollo de una psicología de corte académico apta sobre todo para el desarrollo de una actividad de investigación científica y, lógicamente, de una práctica docente, prácticas estas regeneradoras en el mejor de los casos. Pero… cercenada por su parte de desempeño profesional. Los grandes de la Psicología Soviética no dominaban una práctica profesional que no fuera la investigativa. La práctica profesional de los psicólogos era exigua y rudimentaria. La psicología era una ciencia, pero no una profesión”.
Junto a esto, el modelo de ciencia con el que operaban en su accionar investigativo los psicólogos soviéticos seguía teniendo un apego al dato empírico de profundo sabor positivista. Es cierto que se separaron de los cánones estrictos del experimentalismo estadístico (lamento decir que la formación del psicólogo soviético en las estadísticas y las matemáticas aplicadas al proceder científico, era bastante deficiente). Es cierto que desarrollaron procedimientos de investigación en la época poco comunes (experimento formativo). Pero quizás olvidaron algo que ya había señalado Weber: "El destino de una época de cultura que ha comido del árbol de la ciencia, consiste en tener que saber que podemos hallar el sentido del acaecer del mundo, no a partir del resultado de una investigación, por acabada que sea, sino siendo capaces de crearlo; que las cosmovisiones jamás pueden ser producto de un avance en el saber empírico, y que, por lo tanto los ideales supremos que nos mueven con la máxima fuerza se abren camino, en todas las épocas, solo en la lucha con otros ideales, los cuales son tan sagrados para otras personas como para nosotros los nuestros" (Weber, 1973. pag. 46)
En todo caso considero que el periodo “ruso” de la Psicología en Cuba fue de suma importancia, que sentó las bases para una profundización de la orientación social de la Psicología. Más aún, desde allí, con la autosuficiencia imprescindible para el despegue, comenzaron a aparecer las elaboraciones propias.
Algunas variantes, siguiendo el prototipo de época, fueron: “inventar una teoría” (al menos encontrar quien se la crea), “idear nuevos conceptos o darle texturas distintas a los ya existentes” (lo que funciona sobre todo en ambientes profesionales poco dados al estudio, la profundización, la información científica, etc.) “modernizar los enfoques” (el último grito de la moda). Aparecen también elaboraciones más propias, no solo desde la crítica, sino también desde la construcción de alternativas. Fue un periodo de autoafirmación, de elevación de la autoestima. Entramos en el mundo de las discusiones epis-temológicas y en el de las “es-peste-mológicas”.
Hay dos cosas en esta “salida de la siberiada” que considero de suma importancia y que no pueden ser pasadas por alto. En primer lugar el robustecimiento de una vocación integracionista o al menos interaccionista. El desarrollo de la Psicología no se circunscribía al lazo con la MGU (Universidad Estatal de Moscú “M.G. Lomonosov”). Se buscaron caminos de llegar a grupos de psicólogos afines en el compromiso político, en el decursar de las ideas epistemológicas, con posturas llamadas de izquierda. Se abren puertas a un diálogo con otras tendencias de pensamiento psicológico. Hay una suerte de “pluralismo central” (versión episte-mológica del centralismo democrático real). Si alguien no soporta la ausencia de pruebas puede acercarse a los Encuentros de Psicología Cuba – México, realizados en la Facultad de Psicología (están en el recuerdo los testimonios de Jorge Molina, Germán Gómez, Germán Álvarez, Benjamín Domínguez, y otros) y en la Academia de Ciencias de Cuba, los Encuentros de Psicoanalistas y Psicólogos marxistas (aquí el contacto fue más sureño: Armado Bauleo, Juan Carlos Volvnovich, Silvia(s) Wertheim y Berman, Jorge Broide, Fabio Landa y otros), los vínculos con los venezolanos (José Miguel Salazar, Maritza Montero).
En segundo lugar, esta vocación integracionista, como queda claro en el testimoniar de los “actores” referidos antes, tiene una marcada orientación a Latinoamérica. Se sale al encuentro de los que transfiguraron o despacharon al conductismo en México, de los que construían una Psicología social sin IDUSA (ideología dependiente de USA, al decir de Salazar), de los que acompañaban movimientos armados de liberación y hablaban de una Psicología de la liberación, de los que aún con limitaciones, se cuestionaban la obsoleta institución psicoanalítica. Se salió “al encuentro de la Psicología latino-americana” como dirían más tarde los mexicanos de AMAPSI. Un pensamiento social crítico, una psicología de orientación social crítica. No se. He leído muchos nombres. Coincido plenamente con aquella tesis según la cual lo mejor, más rico y productivo del pensamiento social latinoamericano, incluido el pensamiento psicológico, esta en aquellas obras y autores que han hecho causa con lo más progresista del pensamiento nacional de su época, con la defensa de la soberanía, de la libertad.
Detrás de todo esto hay mujeres y hombres propulsores y también obstaculizadores, hay actores de primera línea y de reparto, hay líderes y masa, hay dirigentes y dirigidos. Detrás de todo esto hay hombres y mujeres que sufren el peso del poder, de la exclusión, del verticalismo epistemológico institucional, de la incomprensión de la diversidad. Hay mujeres y hombres que brillan y los hay que están a la sombra. Hay grupos, instituciones, asociaciones. Hay psicólogos con una psicología contradictoria, es decir humana, imperfecta, con herencias y rupturas. Prefiero que todos queden sin nombre porque no fue el ejercicio de sus voluntades lo que los puso en uno u otro lugar. La historia es implacable y su paso indetenible tiene precios que hay que pagar. Siempre recuerdo a Berman: “El desarrollo humano tiene su costo”.
En apenas treinta años, tiempo que he delineado aquí en solo unas estrofas, hicimos de todo, o casi de todo. Hicimos la psicología “imperfecta”: la que no espera a los grandes paradigmas para dar cuenta de su existencia y de su impacto sobre el cotidiano existencial de las personas y sobre todo en el proyecto social de la revolución cubana. La que se construye de la imperiosa necesidad, desde lo que es necesario hacer. Hicimos la psicología “casi perfecta”: la que enarbola a la teoría como rectora de la realidad vislumbrada en algún que otro espacio fáctico, político. La que se construye desde la demanda, desde lo que se debe hacer. Creo que hicimos hasta la psicología “pluscuamperfecta”: la que "no está ni ahí", como dicen mis hijos. Se dice fácil, pero haber mantenido abiertos tres centros especializados en la formación de psicólogos, cátedras de psicología en decenas de otros centros docentes, una presencia reconocida en todos los niveles del sistema de salud y de educación, espacios estables en empresas, fábricas. Haber logrado como gremio un desempeño profesional exitoso con un déficit de condiciones importante, son razones más que suficientes para hablar de cierta satisfacción con el pasado. La integración de la Psicología en Cuba como una “ciencia profesional” como una “actuación científica profesional” ha sido la condición misma de su origen, su desempeño y el sentido mismo de su ejercicio como disciplina comprometida con un proyecto social que la trasciende. Que trasciende incluso a Cuba.
Pero esto no agota, ni puede agotar el sentido de la Psicología. Estar presente no es suficiente. Construir las afirmaciones que sustentan la legitimidad de un proyecto de crecimiento social y humano no es suficiente. Ya tenemos una presencia social importante. Ahora necesitamos expandirla, multi-plicarla, y no solo sobre la base de las demandas: lo que la sociedad pide a la Psicología. Sino sobre la base de las potencialidades: lo que la Psicología puede dar a la sociedad y aún no es una demanda, quien sabe si no es ni una necesidad, sino una cuasinecesidad.
Creo en la necesidad de “historiar” los años que vienen, los años que aún no están escritos en letra propia, sino en frases promisorias y premonitorias, los que descritos hoy probablemente llamemos “críticas”, “disensiones” (gústenos o no, la crítica es el modo en que el discurso de lo que será, encuentra espacio en lo que es, lo que vendrá en lo que está). Los años que vienen se historian con la previsión, se ensayan, lo que los hace no tanto inevitables cuanto transformables. El pasado no se puede cambiar, pero el futuro sí.
Me he propuesto, casi como pie forzado, dibujar cuales pudieran ser para Cuba los senderos de avance (crecimiento, expansión) de la Psicología. Análisis como este pasan en ocasiones por discusiones que unas veces tiene visos de puritanismo, otras rememoran la llamada por Lenin “enfermedad infantil del izquierdismo”, y que no ha estado exenta de prejuicios, desbalances, incom-prensiones, y mucho más. Es necesario hacerse preguntas y proponer respuestas. ¿Cómo se está pensando (con y sin consciencia) el proceso de expansión de la presencia social de la psicología? ¿Cómo una tarea de “posicionamiento” a la manera de un producto en el poligámico escenario comercial de los productos en venta (Calviño M. 1999) o una vez más cómo una respuesta a las necesidades y demandas? ¿será que esa presencia social ha de seguir siendo esencialmente afirmativa o ha de dar más presencia a los momentos de contradicción? Parafraseando a Benedetti: ¿Cuál ha de ser nuestra táctica y cuál ha de ser nuestra estrategia?
Junto a estos aspectos se alzan otros no menos importantes: ¿Cuándo hablamos de presencia social a qué estamos haciendo referencia de manera más específica? ¿es la expansión de la presencia social evaluada por el impacto de la profesión en el país? De ser así ¿cuáles son los impactos probables y posibles, cómo pueden reconocerse, qué efectos ellos tienen sobre la vida en el país?
Los dos mil debutaron para nuestra disciplina con el inevitable lastre de los mil novecientos (y hasta cenizas de los mil ochocientos), pero conteniendo un perfil de cambio importante. Las dimensiones temporales de cambio hoy se agilizan: lo que antes se modificaba en siglos, hoy se modifica en fracciones de lustro. Probablemente por esto se hace imprescindible, hoy más que nunca, que las estructuras centrales, los modelos epistemológicos de formación y acción de nuestra profesión se muevan al compás de los tiempos, ejecutar ineluctablemente el intento por reconocer las rutas y los destinos, los condicionantes probabilísticos y los que gozan del don de la inevitabilidad. Hay cuestiones que especialmente están urgidas de un ejercicio reflexivo que considero aún insuficiente. Adelanto apenas algunas ideas personales que concentro en cuatro aspectos o necesidades fundamentales.

1. NECESIDAD DE UNA INTROSPECCIÓN CRÍTICA DE LA CIENCIA PSICOLÓGICA
Y SUS PERFILES PROFESIONALES
En nuestros desempeños profesionales, sobre todo investigativos, la impronta positivista sigue siendo muy fuerte. El dato sigue siendo un hecho de inspiración positivista, los modelos lógicos de sustentación de la certeza son esencialmente los que defendieron por mucho tiempo Scott y Wertheimer. A veces la contraposición metodológica a esta suerte de “positivismo bien intencionado” es tan endeble que sin duda la prominencia positiva sarcásticamente se vuelve a imponer. Tal es el caso incluso del mal uso y abuso de supuestas técnicas cualitativas. Aquí no ha sido el tradicionalismo de la Psicología el responsable de una suerte de destrucción metodológica elemental, sino la falta de seriedad, de profesionalismo y hasta un sentimiento de “inmunidad” e “impunidad” de algunos que sin saberlo son cómplices de la introducción de la superchería en el saber y el hacer de la Psicología.
Al mismo tiempo, edulcorado y encartonado, el “discurso científico más oficial” no ha dejado florecer un discurso opinático, más libre de atavismos y de exigencias, posiblemente menos riguroso, pero no por esto menos importante en el panorama integral discursivo de una disciplina de vocación humanista y de confirmación social como la psicología. En el fondo es la misma visión torquemadiana que sancionaba la obra freudiana por su falta de cientificidad en los métodos de recolección de datos, la ausencia de cálculos de significación en sus hallazgos, etc. No se como no se les ocurrió hacer la misma crítica a Marx y Engels, si en definitiva, como me dijo un alumno, nadie ha logrado poner a trabajar a un grupo de monos y al final constatar que se convierten en hombres y empiezan a hablar.
Algo que considero muy crítico es que el centro epistemológico y metodológico de nuestras acciones sigue muy centrado en una relación de poder. Estoy hablando de aquel poder que García Márquez representó con tanta claridad en “Del Amor y otros Demonios” cuando el Marqués de Casalduero, convencido de la inminente desaparición física de su hija por la mordedura de un perro rabioso, intenta recuperar el tiempo emocional perdido en su relación con la pequeña Sierva Maria. Dice: “Le consagró todo su tiempo. Trató de aprender a peinarla y a tejerle la trenza. Trató de enseñarla a ser blanca de ley, de restaurar para ella sus sueños fallidos de noble criollo, de quitarle el gusto del escabeche de iguana y el guiso de armadillo. Lo intentó casi todo, menos preguntarse si aquél era el modo de hacerla feliz”: Un preguntar-se cuya única respuesta está en preguntar-le.
Estamos demasiado convencidos de que lo que hacemos es lo correcto, lo conveniente, lo adecuado. Seguimos en una posición distante del objeto de nuestro conocimiento que, a diferencia de otras ciencias, es un ser humano, lo que quiere decir que somos nosotros mismos. “En lugar de aprender a observarnos y entendernos, tratamos de impedir que nos observen y entiendan nuestros sujetos” (Devereux G.1991.p.52). Quizás nos falta acceder con mesura y alternancia a esa idea posracionalista según la cual “todas las teorías desarrolladas por el signo individuo, ya sean científicas o filosóficas, tienen su fundamento en la emocionalidad y no en la racionalidad, al tiempo que sin emocionalidad no puede haber racionalidad” (Ruiz A.1995.pag. 21).
El gran reto del psicólogo empeñado en tareas profesionales que tienen como referente primario su realidad cotidiana social, está en la articulación de una “construcción pragmática operativa” que acapare para si la posibilidad de la representación empírica de los fenómenos con los que se encuentra en su práctica cotidiana y que por tanto le permita una interacción con los mismos, más cercana a su modo “real” de existencia. Dicho en otros términos un sistema que favorezca el encuadrar su práctica profesional cotidiana desde la situación, desde el problema, desde la persona concreta (persona, grupo, institución, etc.), y facilitar la emergencia de los modos de actuación sobre los que se articularía el discurso elaborativo. Partir del registro operativo y desde este nivel conceptualizar las prácticas como fundamento y manifestación de fundamentos. Comparto con Ries y Trut la idea de que son las tácticas las que hacen a las estrategias y no a la inversa, como tradicionalmente se ha pensado. Las prácticas hacen a las teorías. Lo otro son alucinaciones con visos de racionalidad que no es lo mismo que realidad.
Las prácticas son los fundamentos de las teorías particulares, y no a la inversa. Y los fundamentos de las prácticas son anteriores a las teorías particulares. Recordemos, y resulta fundamental hacerlo, que los sistemas teóricos particulares, las teorías, son depositarias de un conflicto teórico inexorable, al decir de Althusser. Las posiciones teóricas son posiciones teóricas de clase. Y esto supone configuraciones ideológicas distintas. Las diferentes aproximaciones a la psicología comparten el hecho fundamental de que la inscripción en el registro de lo real (no solo como lo intersubjetivo actual, sino también como lo histórico) de su identidad solo es posible en su hacer, en su práctica. Como señalara Marx "Lo concreto es concreto, porque es la síntesis de muchas determinaciones, es decir unidad de lo diverso. Por eso lo concreto aparece en el pensamiento como el proceso de la síntesis, como resultado, no como punto de partida, aunque sea el verdadero punto de partida y, por consiguiente, el punto de partida también de la percepción y de la representación... las deter-minaciones abstractas conducen a la reproducción de lo concreto por la vía del pensamiento... el método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto no es sino la manera de proceder del pensamiento para apropiarse de lo concreto, para reproducirlo mentalmente como cosa concreta".
Si aún quedaran dudas del carácter instituyente de la práctica, sugiero aún no perder de vista lo que pudiéramos llamar la naturaleza y el significado del obstáculo operativo. En el registro teórico el obstáculo convoca a la confusión, en el práctico al error. El error es aprendizaje, la confusión puede serlo pero también puede ser ilusión, falseamiento, elaboración secundaria. La diversidad de las teorías particulares nos presenta una ilusión de multiplicidad, una “ilusión de alternativas”, al decir de Watzlawick , que es sobre todo “confusional”.
El centro operativo, el episteme constructivo, de las prácticas profesionales está urgido de una “epistemología operativa y convergente”. Convergente en tanto supone una epistemología de la pluralidad, de la unidad en la diferencia, de la unidad y ruptura. Y esta convergencia es solo posible al nivel de las prácticas por razones, como ya he apuntado, estructurales (Calviño M.1999). Pero las prácticas son depósitos de ideología, incluso depósitos más impactantes que las teorías, y la convergencia tiene ciertas precondiciones. El límite de las conver-gencias prácticas está en que se den entre los que están en la misma trinchera. Las prácticas no son descontextualizables. Ellas son anteriores a su representación paradigmática, pero simultáneas y posteriores a sus condiciones de generación. Decursan como prácticas de uno con la ideología de “otro” a prácticas de uno con ideología de todos. Lo ideológico es sobre todo un paradigma en la acción y de la acción.
El sustento de las prácticas es un campo de determinaciones que las preceden y una vez instituidas las condicionan. Es un encuadre que no está sujeto primariamente a la construcción intencional del psicólogo, o del analista. Él es un sujeto también sujetado. Solo que el carácter de esta sujeción no es del orden solo de lo inevitable (como parece ser en ciertas representaciones dogmáticas del psicoanálisis y también del marxismo), sino también del orden de lo transformable, de lo creativo. Las prácticas están determinadas en lo actual por los contextos (históricos, económicos, ideopolíticos) - subrayo esto, por los contextos, y no por las representaciones teóricas particulares que de ellos se puedan hacer-, y en lo prospectivo por los contextos actuales y los proyectos, que son la producción del sujeto deseante, comprometido, trascendente.

2. NECESIDAD DE GENERAR ESPACIOS PROFESIONALES VINCULARES A NIVEL
DE NACIÓN Y REGIÓN CON PROFUNDO ARRAIGO A NUESTRAS REALIDADES
Probablemente el haber estado tanto tiempo aislados ha generado una suerte de “autoconsumo epistemológico”, lo cual quedó también reforzado con la disolución del país de los soviets. No creo tampoco, como dicen algunos, que hemos vivido en un “ostracismo”. Pero considero acertado decir que la construcción de la identidad científica y profesional de la psicología ha estado (¿estuvo?) construyéndose (en realidad destruyéndose) durante muchos años en una suerte de “autofagocitosis conceptual abstracta” típica de lo que Asebey (2005) identifica con la tragedia de Narciso. En simple plagio, espero que, autorizado por la autora diría: la Psicología tradicional, académica que hemos estado construyendo por muchos años, es narcisista, se identifica con lo que quiere ser y no con lo que es, se enamora de su imagen idealizada, y funciona con este falso yo.
Pero no hay duda de que la presencia profesional de la Psicología pasa por su consolidación como gremio profesional trascendente. Y esto incluye: En primer lugar, la generación de esfuerzos mancomunados. He aquí lo que considero el “suprasentido” de los proyectos institucionales estatales o paraestatales. Es necesario crear un movimiento nacional, superar las fragmentaciones territoriales, dejar atrás las historias de resen-timientos y malos entendidos. Acabar con el “Habana centrismo” y el “facultad centrismo”. Soy habanero y profesor de la Facultad de todo corazón, pero hay una oportunidad de mejora: multiplicar. Las páginas webs y las listas de Psicólogos tramitadas para enviar más “spam” (no del enlatado, sino del informático) que información útil han de ser sustituidas por verdaderas redes de comunicación e intercambio.
Una introspección crítica y un despliegue de relaciones profesionales reales suponen como sustento un abordaje profesional contundente, serio. No es complicado: se trata básicamente, aunque obvio que no únicamente, de información. Lo que a su vez supone un despliegue de publicaciones autóctonas, referenciales o al menos “sustitutas contadas” de lo que se hace y lo que se piensa de lo que se hace. De aquí un consumo comprometido de esa producción autóctona y derivada de esta, una actividad reflexiva (el lenguajear crítico constructivo, parafraseando a Maturana) participativa, mantenida y abarcadora. No de Congreso en Congreso. No de convocatoria en convocatoria. Digo mantenida y abarcadora. No va lejos una producción adecuada de la Psicología que queremos (la que necesitamos, la que nos solicitan, la que podemos) sin publicaciones y sin el consumo crítico de dichas publicaciones.
Esto, en consonancia con lo antes señalado, permitiría modificar la correlación de fuerzas en el universo bibliográfico al que acceden nuestros profesionales (actuales y futuros). Tender puentes. Las bases bibliográficas de la formación de nuestros profesionales tienen que ser cuando menos enriquecidas, pero no solo ni tanto con las “novedades norteñas y europeas”, sino sobre todo con el pensamiento vivo, contextualizado, de nuestros psicólogos. Dice Rossellini, que “el increíble e incontrolable aumento de las informaciones en todas las disciplinas, durante el último cuarto de siglo, ha desbordado todas las posibilidades de absorción no ya por parte del ciudadano medio, sino de los propios especialistas” (Rossellini R. 2001. pg.10). Es cierto. Entonces, con más razón. Es necesario construir un universo loable y eficiente de intercambios en los que circule la información relevante a la construcción emergente de una Psicología “imperfectamente perfecta”.
El asunto no es solo al interno del territorio nacional, sino también allende los mares, en la región de la que somos cultural, identitaria y psicográficamente parte. La patria grande de Martí, de Bolivar, ha de ser nuestro escenario de consolidación como profesión. La historia cercana de la Psicología en América Latina es esclarecedora: La Psicología en nuestros países ha sido más creativa, más enraizada en la vida social real de nuestros pueblos, más cumplidora de su misión social, en la medida en que se ha asociado a una vocación latinoamericanista, independentista y de rechazo a las imposiciones foráneas.

3. NECESIDAD DE MEJORAMIENTO COMPETENCIAL Y READECUACIÓN
A LAS NUEVAS CONDICIONES DEL MERCADO LABORAL Y DE LA ACTIVIDAD ECONÓMICA Y SOCIAL DEL PAÍS
Que la formación del psicólogo ha ido quedando a la zaga de las exigencias competenciales en los nuevos escenarios laborales es algo que resulta poco discutible. Creo que mientras el concepto de “academia”, de “Universidad” no sea bombardeado seguirá siendo así. No solo bombardeado como “espacio de accesibilidad”, sino como “espacio de confrontación presente-futuro” de una profesión. Pero esto es solo un aspecto del problema. La misma profesión empieza a descubrir rasgos de “anquilosamiento”. ¿Cómo esto se presenta, al menos puntualmente, en la capacidad de inserción del psicólogo en la vida socio-económica del país? Para no extenderme demasiado presento apenas un problema que considero central.
El paradigma profesional de empleo, históri-camente dominante en nuestro país (y no solo en el nuestro), parte de la consideración que el profesional sabe hacer determinadas cosas, derivadas de su disciplina científica matriz, cosas para las que puede ser requerido y demandado como profesional. En realidad, en el mercado laboral, la profesión genera la necesidad de sí misma. El ciclo funciona más o menos así: el psicólogo ha sido preparado para diagnosticar, intervenir (prevenir, rehabilitar, promover, capacitar, supervisar, asesorar, diseñar) y evaluar determinados aspectos psicológicos. Estas son sus habilidades profesionales. En el mercado laboral su espacio será, me atrevo a decir, se reducirá en primer término a la necesidad percibida de estas habilidades por los empleadores (digo en nuestro caso generadores de empleo, aspecto este que ha funcionado de manera bastante centralizada), en segundo término, a las condiciones económicas de satisfacer las necesidades percibidas mediante la generación de empleos y, tercero, a las prioridades establecidas en lo que a la confluencia de profesiones y el impacto social de las mismas se refiere.
Indicadores empíricos de este paradigma podríamos referendar hasta la saciedad de los más exigentes: la limitación de las matriculas en las carreras asociadas a la existencia de puestos de trabajo para esos profesionales, el desencanto profesional de algunos por trabajar en lugares donde “no se sabe que hacer con ellos”, la formación profesional basada en las operaciones profesionales y no en las competenciales (esto en ocasiones hasta el absurdo: se enseña a hacer una investigación, pero no a escribir ni exponer sus resultados. Se enseñan técnicas y procedimientos que se sustentan en la comunicación, pero no se enseña a tener buena comunicación. Es como si dijéramos que se aprende a pensar pero no a hablar. De que vale entonces el pensamiento).
Sin embargo, en nuestro país y creo que es un fenómeno que se está produciendo a nivel mundial, en los últimos años se ha estado produciendo una modificación esencial en lo que algunos llaman “los yacimientos de empleo”, siguiendo la conceptua-lización de Jacques Delors. Esa modificación se verifica en el tránsito del “paradigma profesional” de empleo a un “paradigma ocupacional”. Cada vez más el mercado profesional o el escenario de las profesiones tiene como rol protagónico “la ocupación” y no “la profesión” y esto repercute directamente en la empleabilidad y por ende en el significado real y concreto de una profesión en el espacio concreto de su existencia: el trabajo (su mercadeo y su consumo).
Una ocupación, en el sentido laboral, no es más que lo que una persona hace en un momento determinado asociado a un cierto puesto de trabajo. Es la forma que se tiene de ocupar el tiempo laboral. La ocupación tiene como diseño matriz el “output” de la institución en la que ella existe. La ocupación se supedita a la misión de la institución siendo de suyo un eslabón funcionalmente definido en el logro de ciertas metas u objetivos institucionales de mayor o menor envergadura pero siempre dictaminado por la misión institucional. En la medida en que la institución se proponga aumentar su eficiencia (social, de lucro, etc.) buscará un diseño ocupacional más acorde a sus directrices. Empleará no sobre base de lo que alguien sabe de algo, sino sobre la base de lo que ella necesita que haga alguien para lograr su cometido. El saber hacer es su punto de partida para la selección. Pero no un saber hacer profesional, sino competencial, entiéndase asociado a las competencias que garanticen la eficiencia en la obtención de resultados.
La profesión, por su parte, se caracteriza por los conocimientos técnicos adquiridos a través de la formación y que se acreditan usualmente por una certificación oficial (con valor legal para ejecutar determinadas funciones profesionales). La profesión remite a ciertos conocimientos y habilidades que permiten la realización de ciertas acciones (las acciones profesionales), es un modo de accionar en un empleo diseñado sobre la base del saber de la disciplina matriz de la profesión. Siendo la finalidad de cualquier profesión conseguir una ocupación, un lugar de trabajo, que permita ejercitarla se hace imprescindible que la misión de la institución empleadora necesite para su realización de los conocimientos y habilidades de la profesión en cuestión. Cuando se pasa de un paradigma profesional de empleo a uno ocupacional, el requerimiento básico al empleo no descansa tanto en el saber profesional, cuanto en la capacidad de una persona para hacer lo que se demanda en el espacio ocupacional. El empleo se define por la adecuación a la ocupación.
Un análisis del sistema de preparación profesional del psicólogo nos lleva de la mano a la evidencia de que se prepara al psicólogo para un mercado dominado por el “paradigma profesional”. Como antes dije él es formado para ser psicólogo, no para ir con la psicología a ubicarse en algún punto de la compleja trama del mercado ocupacional. Entonces cabe la pregunta: ¿Enseñamos lo que necesitan saber los profesionales de la psicología o lo que sabemos los que enseñamos?
Habrá que develar silencios (intencionales y no intencionales). Habrá que cuestionarse condiciones facilitadoras y exigencias históricas discursivas. Habrá que reformular paradigmas de formación y de crecimiento. Pero hay que hacerlo y hacerlo ahora, porque después ya será mañana y los futurólogos, plagados de razón y certeza, nos dicen que “una proporción considerable de las profesiones que existen hoy no existirán en el futuro cercano; aparecerán muchas otras. El mundo de la selección ocupacional no obedece desde ya a los patrones con los que hasta hoy se ha guiado”. Nosotros, para no variar, tenemos una responsabilidad histórica. ¿Sabremos asumirla, empeñarnos y abrir la puerta del nuevo camino por el que andarán las nuevas generaciones de psicólogos? O lo hacemos o lo harán sin nosotros y entonces dejaremos de estar y de ser.

4. NECESIDAD DE REFORMULAR (AMPLIFICAR) EL ROL SOCIAL DE LA PSICOLOGÍA
En América Latina, y Cuba es abanderada, se produce una reanimación de los proyectos de bienestar de la población. Se concentran esfuerzos en un conjunto de acciones estratégicas que van en la dirección del aumento sustancial de la calidad de vida de todos los ciudadanos.
La presencia de la Psicología en cada una de estas acciones es imprescindible, no solo como deber social de una profesión, como ya dije antes, nacida y amamantada con lo mejor del pensamiento social humanista, sino también como programa de consolidación y reformulación del rol social de la Psicología en su vínculo con la sociedad civil, las estructuras gubernamentales, las organizaciones no gubernamentales, etc. Se trata de un diseño a medida de las relaciones entre el ejercicio de una profesión a nivel macrosocial y la política haciendo énfasis en el ser humano en las praxis humanas. Como señala Murueta, “Los psicólogos estamos involucrados con el fenómeno más complejo que existe: la praxis…estudiar a los seres humanos de carne y hueso” (Murueta M. 2002. p.33, 57). Y los seres humanos de carne y hueso, viven en las sociedades reales que construyen y en las que son (somos) construidos.
En el caso de Cuba, en el estilo dominante de los años anteriores la necesidad y la demanda aparecían como claves esenciales y suficientes en la determinación de la presencia social de la Psicología, de su inserción en la vida real del país. En mi opinión, hoy y cada vez más, la inserción ha de ser una “inserción crítica”, no solo en el sentido que devele las desviaciones relativas que se producen entre la intención y el acto, que devele no solo los efectos colaterales no esperados de ciertas prácticas consideradas como favorecedoras del bienestar. Hablo de una inserción crítica que descubra y genere nuevos modos de inserción no previstos en el modelo. Una inserción crítica que condicione la aparición de “quasi-necesidades”.
Necesitamos una psicología crítica o un ejercicio crítico de la Psicología. Mi casi absoluto distan-ciamiento del pensar y hacer skineriano no me impiden reconocer que alguna que otra vez dijo algo sensato. Incluso muy sensato: "Nos queda por resolver un problema de mayor importancia. Más que construir un mundo en el que todos podamos vivir bien, debemos dejar de construir uno en el que será imposible vivir" (Skinner B.F. 1991.p.84). No hay dudas, como decía Vygotsky, que “nuestra ciencia no podía ni puede desarrollarse en la vieja sociedad. Dominar la verdad acerca de la personalidad y conocer la personalidad misma es imposible mientras la humanidad no domine la verdad acerca de la sociedad y conozca la sociedad misma. Por el contrario, en la nueva sociedad, nuestra ciencia estará en el centro de la vida...la nueva sociedad creará al hombre nuevo” . (Vygotsky,1982 p. 436). Por eso, la producción social de subjetividad, el estudio y acompañamiento de subjetividad social, tienen que sustentarse en una actuación crítica que revele la perfectibilidad de lo criticado, el compromiso del crítico con el proceso de cambio, y la propia necesidad de la crítica.
Para los psicólogos cubanos los últimos años han sido especialmente impactantes en la aparición de ciertas transfiguraciones sociales en el país. Cuando se está sometido a una situación de vida marcada por la escasez, cuando se debuta en escenarios imprevisibles que favorecen el establecimiento de modelos personales de consumo, cuando la claridad de la luz se hace tenue, hay quienes optan por el “antivalor”. Confirmo la fisura en las normativas de comportamiento de algunas personas. Pero no solo reconozco en el concepto de crisis la ruptura, sino también la instauración de lo nuevo. Nuestro día a día existencial transcurre en una extraña unidad sincrética de telefonía móvil y linterna. Distancias sociales no esenciales, pero al fin y al cabo distancias. Todo esto y mucho más forma parte de nuestro cotidiano de vida. Es un fragmento de la realidad con el que tenemos que contar, con el que tenemos que hacer algo.
Constituirnos como una nación libre, independiente y soberana, anhelado sueño de los buenos cubanos de todas las épocas, ha sido un proceso de búsquedas, de encuentros y desencuentros. Asediados y agredidos desde afuera y desde adentro, intentando tomar el cielo por asalto, rompiendo con los valores de referencia de las clases minoritarias y elitistas, intentando avanzar en la búsqueda de un hombre nuevo, nuestro andar ha tenido, y seguramente tiene, pasos erráticos, pero nunca malsanos ni malintencionados. Hemos estado todo el tiempo creciéndonos y verdaderamente hemos crecido. Hemos demostrado la grandeza de “nuestra alma cubana”, al decir de Fernando Ortiz, de nuestros ideales y convicciones. Porque la esencia de la grandeza radica en la capacidad de optar por el crecimiento, por la honestidad, por el orgullo nacional y la soberanía en circunstancias en que otros optarían por la entrega. “Yo no mudo el alma, sino que la voy enriqueciendo” retomando la voz del maestro (José Martí).
Una parte de nuestro accionar profesional transcurre inmerso en un discurso instituido desde la ética de la renuncia para la realización de los sueños y las esperanzas, desde la permanencia y trascen-dencia de los valores más humanos, pero enfrascados en una lucha titánica por la eficiencia económica, una gestión de sustento a los proyectos emancipadores. La realidad nos impone una suerte de convivencia educada pero también utilitaria con muchas de las cosas de las que nos creíamos invulnerables y que considerábamos hasta de mal gusto.
Es en este escenario que ha de “re”nacer y consolidarse la profesión de psicólogo, en realidades bien distintos a los precedentes. El asunto no es ser psicólogo en cualquier lugar, sino en un lugar específico. En Cuba. Estamos en Cuba. Somos cubanos. Y esto nos define como sujetos no solo de un quehacer profesional, sino como sujetos de un compromiso: el compromiso con el bienestar de los cubanos, con la potenciación de modos de vida más plenos, con el crecimiento de las potencialidades creativas de las personas, con la felicidad e inevitablemente con el derecho de todo ciudadano a ellos. En este contorno la lucha por el bienestar de la población esta presidida por la defensa de la autonomía vital del ser humano. Solo es verdaderamente sustentable el desarrollo pleno del ser humano en las condiciones de libertad humana. Es el hombre dueño de su destino, de sus decisiones, el único capaz de acceder plenamente a una vida plenamente humana. La Psicología que venga (que viene, que está) ha de ser la que nos convoca y nos potencia como luchadores por el bienestar humano.
Al decir de Pierre Bourdie se trata de trabajar en función de un “utopismo racional aplicando el conocimiento de lo probable para promover el advenimiento de lo posible” Entonces nuestro destino es claro: “Seamos realistas. Hagamos lo imposible”.


REFERENCIAS


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