domingo, 29 de marzo de 2009

Fusiones sin Confusiones


FUSIONES SIN CONFUSIONES:

DE LA TORRE DE BABEL A LA PRÁCTICA.

Manuel Calviño

Facultad de Psicología Universidad de La Habana



“... confundamos su lengua, de modo que no se entiendan unos a otros...

y así cesaron de edificar”

Génesis 11-6,7,8.

“...la verdad emerge más rápidamente del error

que de la confusión”.

Francis Bacon (Novum Organon)


Una vieja parábola que conocí de dos amigos psicólogos, “soviéticos” en aquella época, y que me tomo la libertad de recrear[1], narraba de un interesante encuentro entre dos sabios que desde hacía muchos años no se veían por estar ambos dedicados por entero a lo que esperaban sería el gran descubrimiento de su vida. Pues bien, un buen día, después de tanto tiempo Sasha y Misha - nombres que arbitrariamente doy a estos señores- se reencontraron, y con mucho júbilo y alegría se abrazaron y se pusieron a conversar.

-“Cuéntame, “pachalsta”[2] , Misha, ¿cómo te ha ido durante estos cuarenta años?”.

-”No del todo mal querido amigo, pero bien tampoco”.- Y sin dar más cuenta de su situación, inmediatamente preguntó- “Y a ti, Sasha, ¿cómo te ha ido?.

-”Excelentemente bien”- respondió. “Imagínate que después de años enteros dedicado solo a mi trabajo he logrado un gran descubrimiento que revolucionará al mundo.”

-”¿Tanto así?, ¿Qué puede ser tan grandioso?.”

-”Cuando te lo muestre - sentenció con voz grave el llamado Sasha - me darás toda la razón.”

-”Pero dime de qué se trata”- repitió el otro impaciente.

-”Pues bien, he descubierto UN LIQUIDO QUE LO DISUELVE TODO !.”

El impacto fue fuerte para aquél que dijo no haber estado mal pero tampoco bien. Sin embargo, pasados apenas unos segundos, cuando la sagacidad de científico viejo se le impuso a lo inesperado, con una sonrisa no carente de ironía se dirigió a su interlocutor.

-”Que bien Sasha. Es verdaderamente sorprendente, es un avance teórico de incalculable valor. Pero...dime una cosa, ¿Dónde vas a poder echarlo?.

El centro epistemológico de la Psicología desde sus lejanos orígenes y siguiendo la más académica tradición de las ciencias, ha sido la construcción de teorías. Un científico verdaderamente serio y de escala superlativa es aquél que ha logrado una construcción teórica medianamente coherente y preferiblemente novedosa. En las casi extintas tradiciones, se trata de una “construcción” cuyos pilares fundamentales son la determinación de un objeto teórico (la conciencia, la conducta, el inconciente,etc.), y un conjunto (preferiblemente sistema) de métodos que permiten un descubrimiento adecuado de las peculiaridades estructurales y funcionales del objeto definido. La lógica constructiva de este modelo es, en lo fundamental, unidireccional y cerrada[3]. El lugar de “la verdad” es o bien el dato, si se trata de alguna de las versiones del positivismo, o las propias representaciones y nociones constitutivas de la teoría (lo que realmente sigue siendo el fantasma del positivismo, solo que en el lugar del sabor tan “objetivista” pone uno más idealista cuasihegeliano). No hay prácticamente posibilidad de error, las diferencias empíricas son formas variadas de expresarse un mismo concepto. La única crítica probable es la que venga de otro modelo teórico, que, de entrada, es entonces inadecuada, e inaceptable, por su origen. La teoría es, en este sentido, un líquido que lo disuelve todo. Su gestor: algo así como un Dios inefable que siempre tiene la verdad.

Siendo así, la Psicología se convirtió en un verdadero campo de batallas, donde el único dialogo posible resulta ser el bien conocido “diálogo de sordos”. Los objetos teóricos devinieron propiedades privadas de los adeptos (en la gran mayoría de los casos más que adeptos tendríamos que decir adictos), y fueron desarrollándose linealmente en metalenguajes peculiares cuya comprensión resulta casi imposible para los que no sean “miembros del clan”, no dejando, muchas veces, ni un espacio real para una traducción.[4] El destino previsible de tal modo de des-articulación epistemológica de la Psicología era cuando menos el inmovilismo, la segmentación, el refugiarse o regodearse en el magnífico campo de la teoría al costo de una desatención muchas veces notoria a la práctica profesional, o una separación abismal entre el discurso teórico y el práctico.

Llamo la atención que esta hipertrofia de la teoría no es un problema de la “historia pasada” sino también del “presente histórico” de la Psicología. Es posible descubrir sin mucho esfuerzo estas ideas en tendencias configuracionistas, estructuralistas, constructivistas y postmodernistas (Lacan J., Paez D., Maturana C., por solo citar algunos) configuradas como “nuevas tendencias” en los últimos años. También se evidencia en las propuestas que vuelven a las ideas premarxistas y prefreudianas del sujeto omnipotente -omnipotencia para el sujeto que justifica la omnipotencia de la teoría que otro sujeto llamado científico construye y que por ende por partida doble se niega a si misma: la teoría omnipotente del sujeto omnipotente niega entonces la omnipotencia del segundo y por tanto la omnipotencia misma de la teoría. Parecen desconocer que el valor revolucionario del marxismo y del psicoanálisis está en la desmistificación de la omnipotencia (del capitalismo, del analista, de la teoría sobre la práctica).

Para suerte de la Psicología (por hablar de un modo bien indeterminista), la inmensa mayoría de las razones por las que ella subsiste como Ciencia, se relacionan con el hecho de que existe como profesión, como práctica real, cotidiana. Al interno del gremio se repite la absurda contradicción de que la minoría gobierna porque tiene el poder, la mayoría acata porque no lo tiene, pero la que define el rumbo final de los acontecimientos “en última instancia”, al decir de Marx K., es la mayoría. Los menos son los que siguen creyendo que el problema está en descubrir el liquido que lo disuelve todo (¿la actividad?,¿la Personalidad?,¿el inconsciente?), los más son los que están urgidos (por demandados y demandantes directos) de un líquido quizás más común y corriente pero que calme la sed[5].

El gran reto del psicólogo empeñado en tareas profesionales[6] está en la articulación de una “construcción pragmática operativa[7] que acapare para si la posibilidad de la representación empírica de los fenómenos con los que se encuentra en su práctica cotidiana y que por tanto le permita una interacción con los mismos más cercana a su modo “real” de existencia. Dicho en otros términos un sistema que favorezca el encuadrar su práctica profesional cotidiana desde la situación, desde el problema, desde la persona concreta (persona, grupo, institución, etc.), y facilitar la emergencia de los modos de actuación sobre los que se articularía el discurso elaborativo, “el lenguajear” al decir de Maturana, de las teorías. No se trata de elaborar, conceptualizar o fantasear en el registro teórico,- lo que supone la hipertrofia del creer en las teorías como fundamentos de las prácticas-, sino partir del registro operativo y desde este nivel conceptualizar las prácticas como fundamento y manifestación de fundamentos.

Las prácticas son los fundamentos de las teorías particulares, y no a la inversa. Y los fundamentos de las prácticas son anteriores a las teorías particulares, en nuestro campo las psicológicas, de las que supuestamente se derivan. Súmese a esto que dicha derivación siempre contiene un “residual” ( a veces impresionantemente voluminoso) no contenido en los sistemas explicativos. Esto está asociado por una parte a las incapacidades contextuales de cualquier y de todo modelo teórico (referidas al nivel de desarrollo o penetración que han logrado de su objeto de estudio en un momento determinado), pero por otra, y fundamentalmente, a las diferencias epistemológicas y gnoseológicas esenciales que existen entre lo teórico y lo empírico, lo general y lo particular.[8]

Recordemos, y resulta fundamental hacerlo, que los sistemas teóricos particulares, las teorías, son depositarias de un conflicto teórico inexorable, al decir de Althusser, en tanto las posiciones teóricas son posiciones teóricas de clase.[9] Y esto supone configuraciones ideológicas distintas. El Psicoanálisis y una Psicología inspirada en el marxismo, o una Psicología marxista, o un marxista que hace psicología cosecuentemente a su cosmovisión (cuantos modos distintos de decir para decir lo mismo: un marxista) comparten el hecho fundamental de que la inscripción en el registro de lo real (no solo como lo intersubjetivo,lo actual, sino también como lo histórico) de su identidad solo es posible en su hacer, en su práctica.[10]

Si aún quedaran dudas del carácter instituyente de la práctica, sugiero aún no perder de vista lo que pudiéramos llamar la naturaleza y el significado del obstáculo operativo. En el registro teórico el obstáculo convoca a la confusión, en el práctico al error. El error es aprendizaje, la confusión puede serlo pero también puede ser ilusión, falseamiento, elaboración secundaria. La diversidad de las teorías particulares nos presenta una ilusión de multiplicidad, una “ilusión de alternativas”, al decir de Watzlawick[11], que es sobre todo “confusional”.

¿Es posible una construcción pragmática-operativa sin un EPISTEMA constructivo?. Sin duda alguna no. Como tampoco es posible sin un encuadre cosmovisivo y sin un reconocimiento de los reales fundamentos de las prácticas. Pero ¿cual es el carácter de ese epistema constructivo (diferente de lo que es una teoría particular), y qué considerar como fundamentos de las prácticas?. El epistema constructivo no es una teoría. Los fundamentos no son las nociones y representaciones constitutivas de la teoría. El marxismo no está en la teoría psicológica, en palabras que suenan a frases dichas por Marx. El marxismo está en la praxis, porque más que un modo de pensar, es un modo de ser y por ende de hacer. ¿Y el psicoanálisis?. A veces tiene tantos modos distintos de decir, algunos francamente incomprensibles, que de aceptar el predominio instituyente de lo que se dice, entonces resultaría imposible hablar ya no de su homogeneidad epistemológica (lo cual es aún probable), sino del psicoanálisis mismo.

El centro operativo, el epistema constructivo, de las prácticas profesionales esta urgido de una EPISTEMOLOGIA OPERATIVA Y CONVERGENTE. Convergente en tanto supone una epistemología de la pluralidad, de la unidad en la diferencia, de la unidad y ruptura. La tradición de la Psicología (y la tradición del Psicoanálisis es aquí la misma), como señalamos antes, es la de una epistemología divergente, diferenciadora (data de la adolescencia de las ciencias del hombre, de la que va siendo hora que nos distanciemos), por eso en ocasiones resulta más fácil entenderse con un marciano en algún posible “encuentro cercano” que con un adepto de un sistema teórico “distinto” al que nosotros profesamos. Y esta convergencia es solo posible al nivel de las prácticas por razones, como ya apunté, estructurales. Pero las prácticas son depósitos de ideología, incluso depósitos más impactantes que las teorías[12], y la convergencia tiene ciertas precondiciones. Rememorando palabras dichas en nuestro primer Encuentro, el límite de las convergencias prácticas está en que se den entre los que están en la misma trinchera. Las prácticas no son descontextualizables. Ellas son anteriores a su representación paradigmática, pero simultáneas y posteriores a sus condiciones de generación. Decursan como prácticas de uno con la ideología de “otro” a prácticas de uno con ideología de todos. Lo ideológico es sobre todo un paradigma en la acción y de la acción.

Hacer de las prácticas el fundamento, es abrir las puertas al encuentro y a la elboración conceptual OPERATIVA (aquí, como es evidente, subrayo el carácter operativo de esta epistemología en un sentido Pichoniano). La práctica es el único espacio para pasar de un “hetero ECRO” a un “homoECRO convergente”. Solo puede converger lo que es distinto, y lo distinto solo puede converger atisbando un fin común, que a su vez vuelve a ser distinción para reiniciar un proceso inexorable e irremediable de desarrollo.

Los fundamentos de las prácticas requieren de un aparte (y seguramente de más tiempo que el que me va quedando). En épocas tan convulsas como las que vivimos en las que el libre mercado y la libre competencia hacen creer que el capitalismo,con sus modus operandi, es un liquido que lo disuelve todo y no un liquido que lo ahoga todo (o para ser precisos, casi todo), la invitación es a devalorizar los sustentos cosmovisivos, ideopolíticos y económicos de las prácticas. Y aquí se abre un tema en extremo importante ( y ojalá que podamos pensar un poco en esto en los grupos de trabajo). La devalorización entra por una puerta peligrosa: no solo por la negación sino además por la relatividad, que a veces llega a ser “paraesquizofrénica”.

El sustento de las prácticas es un campo de determinaciones que las preceden y una vez instituidas las condicionan. Es un encuadre que no está sujeto primariamente a la construcción intencional del psicólogo, o del analista. El es un sujeto también sujetado. Solo que el carácter de esta sujeción no es del orden solo de lo inevitable (como parece ser en ciertas representaciones dogmáticas del psicoanálisis y también del marxismo), sino también del orden de lo transformable,de lo creativo. Las prácticas están determinadas en lo actual por los contextos (históricos, económicos, ideopolíticos) - subrayo esto, por los contextos, y no por las representaciones teóricas particulares que de ellos se puedan hacer-, y en lo prospectivo por los contextos actuales y los proyectos, que son la producción del sujeto deseante, comprometido, trascendente.

Por último, y para no agotar su paciencia, me gustaría llamar la atención sobre los compromisos praxológicos.

Algunos parecen querer al fin (después de tantos años) salirse del escudo de la neutralidad, pero diría que para entrar en la abulia. Muchos muros se han caído, y algunos se han agrietado muy seriamente. Pero una vez más, hacer tan solo una lectura de lo que está pasando es acomodarse en las palabras en detrimento del hacer un hacer con lo que está pasando. Una Psicología sustentada en el marxismo es una ciencia y una profesión que hace de la praxis transformadora (liberadora, desmistificadora) el núcleo constructivo de su propia existencia. Pero esto supone un compromiso con lo que queremos, con lo que esperamos, con lo que queremos hacer que suceda.

Muchas gracias.


[1] Asmolov y Bratus la publicaron en su libro “Actividad y Ustanovka”. Yo mismo la utilicé en un trabajo que publiqué hace mucho tiempo en el Boletín de Psicología del Hospital Psiquiátrico de La Habana. Aquí la presento recreada pero manteniendo absolutamente fiel su contenido básico.

[2] Pachalsta- En ruso: “por favor”.

[3] Con más detenimiento analizo este modelo lógico constructivo en un trabajo que aún no ha sido publicado y que se titula “Premuras y corduras en Psicoterapia”.

[4] Si alguien lo duda puede, todavía hoy, pedir a un conductista mexicano que diga con sus palabras lo que dice en alguno de “Les écrits” de Lacan.

[5] Era precisamente esto lo que Vygotsky explicitó en su genial trabajo de 1927 “El significado histórico de la crisis de la Psicología

[6] No hace justicia a la realidad restringir el título de “profesionales” y “práctica profesional” a los psicólogos directamente vinculados a la prestación de un servicio en un área de aplicación y respectivamente a las funciones que estos realizan. La investigación científica es también una práctica profesional realizada por un profesional, tanto cuanto científica aunque, no propiamente investigativa, es la actividad de los que brindan un servicio. En algunos textos se utliza, para lo que aquí denominamos profesionales, la denominación de profesionistas.

[7] El término “Pragmático” no está utilizado en el sentido anglosajón asociado a los trabajos de James.W, o de Peirce Ch., es decir no referido al pragmatismo, sino a la pragmática propuesta por Blondel M. como Ciencia de la Acción, en la actuación.

[8] Bleger J. Llamaba la atención sobre esto mismo cuando diferenciaba lo dramático de lo dinámico. También Habermas J. lo deja ver en la distinción entre objetividad y verdad.

[9] Althusser L. Elèments d’auto-critique. París, Hachette.1974.

[10] Freud y Marx, cada uno a su manera decían lo mismo:no juzgar al hombre por lo que dice de sí mismo, sino por lo que hace.

[11]Watzlawick P. en “El lenguaje del cambio” (1989) dice de la elección de lo uno o lo otro de dos o más eventos predeterminados, lo que no incluye otra alternativa no prevista. El tercero está excluido.

[12] Las prácticas profesionales “multiplican”, toda vez que a diferencia de las teorías no quedan en el ámbito estrecho de los profesionales o los portadores de una cierta cultura profesional, ellas impacta sobre la gran mayoría: los llamados “clientes” o “sujetos-metas” de dichas prácticas.

jueves, 12 de marzo de 2009

Freud en La Habana


FREUD EN LA HABANA

(Apuntes sobre la sexualidad del cubano)

Prof. Manuel Calviño.

Si Freud hubiera vivido en Cuba por estos tiempos, una gran dificultad teórica absorbería todo su pensamiento hasta llevarlo quizás a la neurosis: su hipótesis de la sexualidad como motivo basal de todo comportamiento humano que cristaliza en el Complejo de Edípo, sexualidad que resulta ser el instituyente fundamental de todo el aparato psíquico, encontraría tantas razones de confirmación como de descrédito. Y es que el genial creador del Psicoanálisis, pilar fundamental de una buena parte de la cultura occidental de este siglo, identificó rasgos fundamentales de la sexualidad tomando como base el comportamiento sexual del europeo (sobre todo del austríaco, germano, y bastante menos del anglosajón) cargó con la experiencia sexológica de su educación judáica, supo imponerse al puritanismo hipócrita de la decadente aristocracia de su época, él mismo fue hombre, cuerpo sexuado. Pero lo que nunca pudo hacer Sigmund Freud fue precisamente andar por las calles de La Habana, conocer, mejor aún, vivir de cerca la sexualidad del cubano.

Intentemos imaginar que aquél viaje que hizo Freud entre Agosto y Septiembre de 1909 a los Estados Unidos de América, acompañado de dos colegas y discípulos, Sandor Ferenczi y Carl Jung, a bordo del transatlántico alemán "George Washington", se hubiera realizado con una escala de tránsito de apenas 24 horas en La Habana, y unos 85 años después.

* * *

Agosto es un mes caluroso en Cuba, como casi todos los meses. Pero La Habana tiene un "aire acondicionado" natural: El Malecón. Una joven de tez trigueña avanza de Oriente a Occidente iluminada por un sol que ruborizado ante tanta belleza, multiplica sus rayos. Su contoneo no necesita acompañamiento musical. Es un baile a cappella. Desde muy niña fue enseñada a caminar así: "Camina con gracia mi'jita.. Muévelo todo que pa’eso Dios te lo dio”. Su cuerpo ha sido moldeado por una cultura que valoriza las zonas erógenas tanto o más que las pensantes, que concede a la geografía física un lenguaje superior al de las palabras. "Mami,que cosa es eso!” - se le escucha decir a un hombre que mira a la joven y llevándose la mano a la frente se queja - "Esto es un dolor”.

El médico vienés, profundo conocedor y analista de la mente histérica, intenta una lectura psicopatológica que encuentra una relativa aceptación en sus acompañantes. En realidad su marco conceptual solo le permite una interpretación un tanto arcaica, prejuiciada, sobre todo descontextualizada, que dista de representar la realidad subjetiva y comportamental de la sexualidad de la mujer cubana. La de aquí no es la mujer europea y mucho menos la histérica de sus interesantes estudios de finales del siglo pasado.

El ser sexuado de la mujer cubana tiene su especificidad nacional, es también un rasgo distintivo de su identidad. Una sexualidad extrovertida, que no tiene reparos en mostrar, en descubrirse auténticamente, en sentir activamente y no solo como reacción a la solicitud del hombre. Ella quiere gustarle a un "El", pero también quiere gustarse a si misma, sentirse hermosa, atractiva, sensual. Nada de lo que lleva consigo es una casualidad. Todo ha sido puesto con alguna intensión. No solo muestra su cuerpo. Hace ostentación de el. Quizás por esto cree demasiado en los "dones naturales" y en ocasiones, "confunde los instrumentos con la música”.

La muchacha ha venido a sentarse justamente a muy poca distancia del lugar escogido como observatorio por los científicos. Ella se sabe observada y esto le es como un reto para pavonearse aún más. Con cada gesto, con cada movimiento de los brazos parece estar diciendo "Yo soy la Mejor de todas”. La mujer cubana se reconoce como una mujer de gran atractivo no solo físico, sino también comportamental. Si el Dr. Freud hubiera intentado un experimento de asociación libre, se hubiera sonrojado de pies a cabeza: "Mujer...Hombre”;"Sexo...Inagotable”;Cubana...Fogosa”;"Amor...libre” ; "Deseo...Insaciable”

El cubano es depositario de una representación social (no solo nacional, sino de alcance internacional) en la que aparece como gran artífice del amor, de una fogosidad lujuriosa, especialista en contiendas sexuales - "Eso sí es una hembra”, "Eso sí es un macho”. Si lo es o no, no es tan fundamental. El asunto es sobre todo cuánto se lo crea, y más aún, cuánto logra hacérselo creer a todo el mundo. En un radio portátil se escucha el estribillo de una canción - "Alardosa. Tú te vas por encima del nivel”... - en otro receptor un poco más allá se escucha..."Tú eres más rollo que película”.

Lo que tiene desconcertado al descubridor de la mente inconsciente, es la casi total ausencia de represión en el comportamiento sexual del cubano. La libido se desborda en cualquier ámbito sin la más mínima angustia. El cubano vive abiertamente su sexualidad, su sexualidad es también su modo de vivir. Quedaron atrás los tiempos de los convencionalismos tributarios de profundas diferencias sociales y económicas. Quedaron atrás los tiempos dominados por la discriminación sexual, racial, social. Los de hoy, son tiempos de libre expresión de la sexualidad, no carentes de prejuicios sexistas ni del juego del doble sentido, de la doble moral, pero marcados sobre todo por la libertad del cuerpo, por el placer como opción y decisión personal.

Un hombre de unos 25 años avanza hasta el lugar donde está sentada la trigueña. Jung, de vocación más experimental, le hace una seña a Freud - "Observe, maestro- le dice el suizo al austríaco - la lucha por la conquista está por comenzar”. El joven moreno baja el volumen de una inmensa y pesada radiograbadora que trae en su mano derecha y le dice a la joven - "Oye mami, estás...más dura que la situación!”. Ella con una sonrisa socarrona le riposta: "Si mi papi te sorprende en ese chistecito conmigo, te va a dejar como un restaurante en moneda nacional: No vas a servir para nada”.

Los científicos comienzan un arduo debate interpretativo. Ferenczi no tiene la más mínima duda. Para él, se trata de una agresión política que se aprovecha del lenguaje del sexo para vencer las limitaciones del Super-Yo totémico. Jung, por su parte, apuesta a una manifestación arquetípica como aquella del hijo amante de Cibeles, o el Dios - héroe que domina, que castiga y salva. El Maestro, que se ha mantenido silencioso, sentencia convencido: "No hay duda posible. Estamos ante El Drama Edípico”.

En la nomenclatura erótica cubana, "mi papi", "mamacita" y cualquier otro tipo de referencia a las figuras parentales, goza de una frecuencia de aparición sencillamente abrumadora. Simbología Edípica? Reminiscencia infantil regresiva en el comportamiento sexual del cubano? La explicación parece en extremo azarosa y sin duda alguna superficial. El sexo, la sexualidad, es uno de los hilos conductores de los vínculos parentales en el modelo familiar del cubano, y por ende, de la extensión que de dicho modelo se hace a todo el sistema de relaciones interpersonales. El padre es padre en tanto hombre y su condición de hombre es la que da sentido a su paternidad. Lo mismo ocurre, aunque quizás en menor medida, con la mujer. La familia cubana, anchada hoy por las múltiples reestructuraciones de pareja, por las distancias geográficas de sus miembros, por las interconexiones de raza e incluso de nacionalidades, marca profundamente la subjetividad de sus miembros por los roles de sexo. No importa cuánto socialmente se hayan borrado ciertas diferencias o cuánto una más justa distribución de las tareas se ha logrado al interno del funcionamiento familiar, Papi es hombre, y Mami es mujer. El papi y el mami del discurso simbólico de la sexualidad es familiaridad, intimidad cuasiparental con el sujeto de la relación de pareja, es fidelidad y respeto al ser amado, es cariño tierno y candoroso, como el de los niños. Sentimentalmente, el cubano es un niño en un cuerpo que le queda chico y a la vez lo supera.

De lo que no queda duda es de que en materia de relaciones sentimentales, el cubano goza de una especial capacidad para la disociación: Afirma con Madonna que "el amor es emoción, y el sexo, acción”, pero atestigua con Sharon Stone que "el sexo es perfecto cuando el cuerpo está supeditado al espíritu”. Al fin y al cabo repite con Kim Bassinger, que "el erotismo es menos perverso que la hipocresía”.

Las horas han pasado y se profundiza la polémica entre los tres exploradores del alma humana. Jung está a punto de convencerse de que su maestro ha estudiado la sexualidad humana sin conocer una de las claves importantes del Concierto Internacional de Eros. El mismo Freud comienza a reconocer que "aquí hay algo distinto”, que por el momento, como buen europeo, denomina de "exótico". Una pareja que está muy cerca de ellos, sin el más mínimo recato, aumenta el volumen de su radio y se pone a bailar semifrenéticamente al compás de lo que parece ser la legalización del infanticidio - "Qué te pasa mami ? Qué me estas haciendo ? Tú me estas matando con tu movimiento”. Y sí; el movimiento de la pareja es "asesino", promotor de ensoñaciones sexuales en vigilia. Freud no puede creer lo que esta viendo, pero tampoco puede dejar de verlo. Jung vuelve a la carga y descubre allí las danzas de la fertilidad, de la procreación.

En el pasado de Cuba hay quizás marcas que aún esperan por ser claramente reconocidas. La nacionalidad cubana tiene una fuerte carga de negritud, ya no solo en la pigmentación de la piel, sino en la sangre, en la sangre de la sociedad: las representaciones compartidas, las creencias, las costumbres. Cuba se erigió sobre la esclavitud. El esclavo fue buscado por su fortaleza, por su resistencia. Así llegamos al negro. Fueron traídos miles de hombres negros cuya única posibilidad de sobrevivencia era su fortaleza, y en esto descansó su noción de virilidad. Muchos hombres fueron traídos, y muy pocas mujeres. Y los miles de hombres negros que llegaron, vinieron con cientos de hombres blancos de España, también sin mujeres. Posiblemente entonces nació una verdadera "obsesión sexual", producida por la falta de mujer, la separación de los sexos. Así , en las escasas ocasiones en que se podía bailar, produciéndose el encuentro físico con el cuerpo deseado, los movimientos del baile se sexualizaron, sublimaron de hermosa manera el eros insatisfecho. - "a falta de pan, casabe”. Los bailes se hicieron miméticamente eróticos.

En la sexualidad del cubano de hoy hay bastante de aquella obsesión, que no responde a represiones actuales, sino a históricas, a represiones que dejaron sus marcas en ese "sexualizarlo todo". Es como no perder ni una oportunidad - en el baile, en el chiste, en la simple conversación entre amigos, hasta en el discurso político - simbólico (no olvidar que durante los primeros años de la Revolución, al máximo líder del país le decían popularmente "El Caballo", que además de ser el numero uno en la charada, juego de azar que era tremendamente popular en Cuba, es la viva imagen de la virilidad, del dominio y el apetito sexual, "El Machazo". El mismo Freud identificó con un caballo la imagen pulsional instintiva de la fuerza y energía libidinal del Ello.

Mediodía en La Habana. Se siente mucho más en el desprotegido muro del malecón. Un nativo, con la misma certeza y seguridad profesional con que lo hiciera el más sabio meteorólogo especializado en predicciones climáticas, afirma: "Este año ha hecho más calor que nunca. Si esto sigue así, no va'aber quien coño lo aguante”. Freud escucha y asiente. Su habitual traje de paño con chaleco se ha convertido en un horno que amenaza con derretirlo. Instintivamente comienza a quitarse un poco de ropa, allí mismo, delante de todo el mundo. Jung y Ferenczi lo miran perplejos - no es un comportamiento para nada habitual en el hijo de Jakob y Amalia. Desvestirse, andar poco vestido, es un claro índice de referente sexual, es una incitación al eros del otro. De pronto Freud, en un claro insight contratransferencial grita "Eureka”, parafraseando al genial Arquímedes - "El clima, el calor, afectan la sexualidad del cubano. El calor afecta la energía, es en realidad una forma de energía que se suma. La energía libidinal se ve aumentada por la calórica”.

De lo que no hay duda es de que el calor es una invitación a tener la menor cantidad posible de ropa sobre el cuerpo. "El calor - dijo un rumbero cubano - es un aliado de la propaganda sexual”. La sexualidad del cubano, el cubano mismo es muy perceptivo. "Si no veo la mercancía, no hay negocio". La sensorialidad es fuerte en el comportamiento sexual del cubano - el olor, el gusto, y por sobre todas las cosas- la visión. Descubiertos los cuerpos para contrarrestar el castigo del calor, son una invitación perceptible al erotismo cotidiano. "Un buen par de nalgas - sentenció aquél filosofo rumbero - son como una tumbadora con el cuero tenso. Parece decirte: ven a tocar la rumba”.

Muy cerca de la joven trigueña pasa otro "pescador de orilla" y se le oye decir - "Que va, yo no quiero ni miral e'to. Me va'dal un infalto. Asesina!”. Ahora Freud ha decidido tomar notas. Son demasiadas cosas las que hay que pensar, demasiadas cosas que no articulan con su modelo teórico, aunque se contenta con la unidad de eros y tanátos, y la argumentación energética libidinal.

Alguien, de repente, golpea el hombro del Maestro. Es su colega suizo que con gran indignación y molestia le dice - "Mire esto Herr Freud. Esto si es algo inesperado”. Dos hombres con evidentes modales femeninos caminan por la acera junto al muro. Se ven contentos. Sin embargo, el genio observador de Freud descubre claramente que cada vez que pasan por delante de alguno de los ocupantes del muro, alguna reacción se produce. Unos miran y sonríen burlonamente. Otros manifiestan una profunda repulsión que no esconden. Los peores pasan directamente a la agresión verbal: "Par de maricas! No suelten tantas plumas que me da coriza”.

La sexualidad del cubano es homofóbica. No hace falta ver "Fresa y Chocolate" para saberlo. Es sencillamente evidente. El modo de concebir y de vivir la sexualidad del cubano supone casi directamente, la relación que tiene con (más bien contra) la homosexualidad. Para el cubano la sexualidad solo puede ser "hétero". La "homo" es, en el plano ético una aberración corrupta e inadmisible, en el plano médico una enfermedad, en el político una desviación del camino correcto, y en el "estrictamente sexológico", un desperdicio.

"Los pobres - dijo alguien desde el muro, - no saben lo que se están perdiendo”. Uno de los homosexuales viró la cara y dijo algo, pero el ruido de un Moskovich que pasaba no permitió escuchar.

La homofobia del cubano es casi tan famosa como su fogosidad y como su machismo. Lo estamos superando”, se escucha decir una y otra vez. Y es cierto. Pero aún esta ahí, y con no poca salud. Para Freud no es fácil acertar en su análisis. Demasiados prejuicios personales. Estrechas también sus hipótesis teóricas sobre el tema. Hay además profundas raíces socioculturales que el modelo pulsional psicopatológico no logra alcanzar.

La joven no se ha limitado a dejarse observar. Ella también ha observado. Ha notado un modo raro de hablar, de vestirse, y está extrañada, casi molesta, porque aquellos hombres no "se meten" con ella. Entonces hace su hipótesis: "Esta gente son de afuera”. Lentamente se acerca al más viejo de los tres, y con ingenuidad infantil le pregunta - "Ustedes son extranjeros?”. Freud siente la sangre subir y bajar aceleradamente por todo su cuerpo. Qué le esta sucediendo? Qué le puede decir aquella mujer que él no pueda interpretar, que él no pueda comprender. El sol sofoca (solo el sol?). Aquella joven es un encanto. Su piel es suave y fina, de un color que recuerda la miel. Sus ojos son redondos y brillantes. Su figura se le impone al vestido y quiere desbordarlo. "Será un accidente contratransferencial?”, se pregunta el aludido. En la mente del maestro resuena una frase que parece ser la fractura de un proceso identificatorio que se inicia: "Que va.. Esto es mucho para un solo corazón”. Las miradas de todas las personas están sobre él. Escucha sus voces silenciosas que le demandan hacer algo, que lo compulsan - "Dale chico. Eso es tuyo”, "Demuestra que tu eres el mejor!”. La situación es tremendamente difícil, pero el que pretende, como Copérnico y Darwin, dar un duro golpe al narcisismo del ser humano, aprovecha también el momento para entender la sexualidad de la gente de esta isla.

El hombre está sujeto a una sobreexigencia sexual. El modelo de "eficiencia masculina" es tremendamente exigente. Exigente sobre todo de parte de las representaciones sociales. Sus componentes son múltiples - tamaño del pene, calidad de la erección, número de veces que realiza el "acto sexual" (coito, porque "lo demás es jugar al flojo"), cantidad de mujeres que ha tenido, en fin, un listado realmente largo, en el que no predominan los aspectos emocionales - "los machos no sienten. Los machos se hacen sentir”. Las emociones, los sentimientos, nos hacen frágiles, y macho y fragilidad no pueden convivir.

Cuánto esas absurdas creencias, esos prejuicios, ese modelo de sobredesempeño obstaculizan un goce más pleno de la sexualidad? Cuánto inhiben una relación más auténtica y natural con el cuerpo sexuado (con el propio y con el de otro)? Cuánto todo esto está en la base de muchas de las disfunciones sexuales? Una respuesta preliminar e intuitiva es: “mucho con demasiado”. Demasiado sobre todo porque hablamos de alguien para quien la sexualidad, liberada de toda sobreexigencia, es un valor, es un modo asumido de su identidad. El cubano es, íntimamente, puro sentimiento, fragilidad candorosa, ingenuidad afectiva. Freud lo comprendió cuando la joven le habló con pasión del bolero, le dijo que lloraba con las telenovelas (incluso con las películas rusas, aunque no las entendía), y que lo que la enloquecía era un hombre que hablara bonito. La mujer cubana exige ser conquistada, amada, convencida. Necesita una flor, una palabra hermosa, en síntesis: sentirse enamorada y que se le enamora.

Desde un camión cargado de hombres alguien gritó: "Jinetera!!!...Consume productos cubanos y déjate de darle tanta cuerda al gallego”.

Que las hay las hay. Que en el malecón las hay, también es verdad. Pero, ya no solo por una razón de ética, de tradiciones y costumbres, sino hasta por un asunto de identidad sexual, la mujer cubana no es jinetera. La sexualidad del cubano no tiene nada que ver con el jineterismo, no es esencialmente una sexualidad prostituible, aunque existan prostitutas y prostitutos. Mucho estima el cubano su sexualidad como para venderla o arrendarla, mucho la disfruta como para desperdiciarla. La mujer cubana, y también el hombre en su modo masculino, es coqueta, presumida, como dicen Los Van-Van "Zandunguera". La mujer cubana va de argollas, labios pintados y perfumada a trabajar en la agricultura, se mira en el espejo y se aprieta al cuerpo la ropa con la que se va a meter en la tierra enfangada para recoger la cosecha, para ir a la esquina se pone que parece de fiesta - "Siempre hay un ojo que te ve”.

Un hombre alto y negro como los zapatos del Dr. Freud se acerca al grupo. Con un poco de desconfianza en el rostro y una mueca que está entre la de los celos y la de la incertidumbre dice - "Buenas tardes”. La joven se voltea sonriente, le da un beso y una pequeña mordida en los labios carnosos al recién llegado y virándose hacia los extranjeros les dice - "Miren, les presento a mi papi”. Freud ya no se extraña de que sea "el papi" de la misma edad que ella, ya sabe que su papi no es su padre. Tampoco se extraña de que después de despedirse, el negro, públicamente y sin reprimir su deseo le dice a ella - "Mami vamo'echando”, le pasa el brazo por la cintura, deja caer su mano sobre la nalga, y camina lento, seguro, viril, orgulloso, como diciendo "esto es mío" - mensaje que ella capta, acepta y reafirma.

Ha sido un día repleto de experiencias interesantes y movilizadoras. Freud, Jung y Ferenczi han decidido no hablar entre si nada de lo que ha pasado. Necesitan tiempo individual para elaborar todo este material. Cada uno se fue a dormir a su camarote. Con qué soñaría Freud esa noche?. Wallace, que no es una referencia de mucho confiar, dice que durante su estancia en los Estados Unidos, Freud le comunicó a Jung que dormía muy sobresaltado porque no lo abandonaban ciertos sueños eróticos.

Veinticinco días duró la visita del Dr. Freud a Norteamérica. Por lo que se conoce, en el plano personal, no salió contento de allí. Quizás porque no le resultaron tan fantásticas las Cataratas del Niágara, quizás porque le dijeron viejo, o simplemente porque su mentalidad no estaba preparada para América. Lo cierto es que su encuentro no fue bueno.

Quién sabe si, precisamente, a Freud lo que le faltó fue pasar realmente por Cuba, sentarse realmente en el muro del malecón, y hacer algunos apuntes y observaciones sobre la sexualidad del cubano. Si esto hubiera sucedido, probablemente muchas de sus conjeturas hubieran tomado otro rumbo. Más aún, quién sabe si el 21 de Septiembre de 1909, al embarcar en el puerto de Nueva York para regresar a Europa, ya a bordo del "Kaiser Wilhelm der Grosse", el genial intérprete de las zonas más oscuras del alma humana le hubiese preguntado al Capitán de la nave - "No será posible hacer aunque sea una pequeña escala en La Habana?”.

La Habana

Mayo de 1995

miércoles, 11 de marzo de 2009

Ser Psicóloga hoy (y mañana)

SER PSICOLOGA HOY (y mañana...)

Prof. Manuel Calviño

"Me opongo terminantemente, por considerarla errada,
a la posición que supone... que nuestra función
es exclusivamente profesional y científica"
J.Bleger
"Dedicated to the one I love"
The Mamas & the Papas.

No hay formalidad ninguna en comenzar esta suerte de asociación libre semicontrolada con un agradecimiento a los lectores de este trabajo por esta insustituible posibilidad de dialogo (con ustedes y conmigo mismo). Desde un lugar residente en mi memoria histórica reciente un sueño desplazado de mi primera juventud estudiantil se me antoja actuado por ustedes. En este mismo edificio de la Facultad de Psicología de la Universidad de La Habana, maquillado hoy por obra y gracia de la "cuota de inscripción" y de los ingentes esfuerzos que estudiantes jóvenes y estudiantes menos jóvenes (así prefiero llamar al claustro de profesores) hacemos para evitar que nos derrumbe la inmundicia de un insano y patológico bloqueo, con sus cómplices "nativos" – conservadurismo, reglamentismo, inmovilismo y otros "ismos" de los que aún no estamos libres – digo que en este mismo edificio, cuando la mayoría de ustedes no había nacido, y solo existían como posibilidad en el amor de sus padres, muchos soñamos en un encuentro como este. Un encuentro sin necesidad de traductores (ni de inglés ni de ruso), sin necesidad de explicaciones "paradigmáticas" (ni de la psicología marxista ni de la transpersonal, ni de cualquier otra que el afán de trascendencia de algunos impele a construir). Un encuentro sencillamente de "covivientes". De personas que a pesar de los diferentes escenarios, tenemos empeños comunes. De personas que aunque le llamemos "guagua" a cosas diferentes, y unos le añadimos café al agua caliente y otros mate, tenemos angustias prospectivas similares. Gente que puede, quiere y, superyoicamente dicho, "debe" compartir sus destinos. Al fin y al cabo asumamos con Pichón Riviere que los aquí presentes somos portadores de una "enfermedad única". Gracias a ustedes "reparadores de sueño" que hacen que "la gota de rocío no deje de caer".

He optado por incluirme en un discurso profesional con genero femenino. "Ser psicóloga hoy". En realidad el ser psicóloga hoy, no es lo mismo que ser psicólogo hoy. Pero no entraré en esta disquisición que me llevaría por un camino un tanto distinto de aquel para el que he sido convocado. Mi opción de "ser psicóloga" hoy va por otro sendero. Nada que comprometa mi orientación sexual. Nada que comprometa mi conocimiento de las reglas gramaticales del español. Nada que suponga un dictamen machista de "sepan las mujeres lo que le decimos los hombres". Se trata sencillamente de un acto, aunque sea uno, de elemental justicia con una realidad de nuestra profesión: la inmensa mayoría, no solo de las aquí presentes, sino de la población profesional de la psicología en nuestro continente es genéricamente y por decisión de vida, femenina. Hoy acudimos a la "@" para intentar dibujar un grafo que es al mismo tiempo "o" y "a". Uso probable en la escritura. Pero conceptualmente tampoco va por ahí mi idea. Quiero que las "a" sigan siendo "a" y las "o", "o". Y que la diferencia entre ambas no sea solamente "un rabito" en la cursiva y "dos palitos" en la de imprenta. El asunto no es eliminar las diferencias, sino saber vivir con ellas, disfrutar de su existencia, enriquecerlas en aras de la pluralidad existencial y cosmogónica del ser humano. Digo entonces, como en su momento Gabriela Mistral, "...no se crea que estoy haciendo una profesión de feminista. Pienso que la mujer aprende para ser más mujer". Ojalá los hombres hiciéramos lo mismo.

Un punto de partida más. Denominé antes a mi intervención como "asociación libre semicontrolada". No crean que es un modo casual de decir. Quiero asociar lo que me pasa con lo que quiero que pase; quiero que mi "lenguajear" (concepto maturánico) sea libre, es decir autentico, honesto, "sentipensado" (ahora es galeánico o de los pescadores de la costa colombiana). Quiero asumir el tiempo asignado, la paciencia y el cansancio de ustedes tras varios días de labor, como "semicontroladores" del volumen de ideas, ojalá que de palabras, que me propongo compartir (este último "quiero" es para mí el más difícil). Lo que sí definitivamente no quiero, nunca lo he querido, es ser escuchado para encontrar respuestas. Les pido que me escuchen para hacerse preguntas, para hacernos preguntas. Mi instrumento será la teorización anárquica y comprometida, pragmática y utópica, operativa y alucinada. Ojalá que me acompañe un poco de humor para ser consecuente al menos con la demanda de placer que guía en parte mi orientación profesional. Debería ir en busca de "la parsimonia", ese "touch of quality" o "discreto encanto de la burguesía" que dotaría a mis palabras de sobriedad, moderación y circunspección. Ahora canta Maná: "Como quisiera...pero no puedo". Además no me preocupa mucho. Creo con Devereux que la parsimonia es un criterio "siempre arbitrario...es una característica puramente descriptiva de una teoría. No nos permite estimar la congruencia de la teoría con la realidad; solo nos permite apreciar "su elegancia" (Devereux G. 1991.p.35). Comienzo, o más bien sigo adelante.

Encontrar un punto de partida es usualmente algo arbitrario. Cualquier punto puede ser el de partida con tal de que no sea el de llegada. Asumirlo como tal es ya una opción y por lo tanto una decisión. Pero todo tiene un antes y un después. Todo tiene un tiempo, una historia. "Todo tiene su momento" sentenciaba Sinoé el egipcio. Y es este a mi juicio un punto crítico en el dibujo actitudinal que supone ser psicóloga hoy. Lo de menos es que por no conocer la historia estemos condenados a repetirla, como sentenciaba Santayana. Lo de menos es que conociendo la historia no podamos trascenderla, escribirla con nuestras propias letras. El asunto es que somos nuestra historia y más. No es que seamos un producto de las influencias sociohistóricas, es que somos "sociohistoria" demarcada por un tiempo y un espacio en el que se asimila y se crea, se afirma y se contradice. Se "es" siempre en un tiempo (no importa lo que seas), pero ser profesional es algo más, es asumir el tiempo en que se es en aras de una misión, de un destino, de un mandato cuyo gestor es la vocación misma del ser humano y su devenir histórico. La historia tiene tres ojos: el de hoy, el de ayer y el de mañana, pero siempre es presente. El pasado y el futuro existen en el presente como huella y como ansia.

Esto nos pudiera parecer un obvio. Lo es. Solo que es un obvio obviado más de una vez en nuestras tradiciones recientes (muy recientes, piensen que hablamos de algo más de cien años, apenas el doble de mi edad). Por si alguien lo duda (no mi edad, para esto tengo mi partida de nacimiento) me remito a algunos de los paladines emblemáticos que refieren nuestros libros de historia (entendida usualmente como el conjunto de acontecimientos que ocurrieron en un periodo de tiempo – vaya subvaloración de la historia!).

Cuando Edward Bradford Titchener, casi recién llegado de vivir una relación pasional con la tradición wundtiana entró en la Cornell University de toga, birrete y con su acento de lord inglés para presentar su centenaria clasificación de las sensaciones no cometía un error teórico, ni publicitario, sino epistemológico, histórico. Estaba convencido de que la Psicología no se movía al compás de los movimientos geográficos, culturales, idiosincrásicos. Nunca escuchó a León Gieco cantar "cambia, todo cambia". En Leipzig, Londres o New York la ciencia psicológica era, en su representación, la misma. El psicólogo el mismo. La psicóloga lo mismo.

En su momento la prominente obra de Freud estigmatizó a Reich entre los psicoanalistas cuando este se lanzó a los barrios obreros en busca de nuevas aportaciones al psicoanálisis. Sigi, como cariñosamente le decía al padre totémico del psicoanálisis su esposa, decía que "el amor es hoy tan animal como lo ha sido siempre". Con tal formulación, además de entender la sombría cara con la que se nos muestra Martha Bernays –la esposa de Freud- en las escasas fotos que de ella conocemos, podemos comprender que aquél que "profanaba todo el pasado, envenenaba todo el presente, mataba todo el futuro", al decir de Marthe Robert, pensaba que hubiera sido el mismo psicoanalista distante, ajeno, imparcial escuchando a Madona gemir "don’t cry for me Argentina" o a Atahualpa Yupanqui deslizando sus campesinas manos por la viola para acompañar el verso: "le tengo rabia al silencio por lo mucho que perdí. Que no se quede callado quien quiera vivir feliz".

La lista puede ser ensanchada casi ad infinitum. Lacan, cuando logramos entenderlo, no nos deja mucha alternativa: "El deseo del hombre encuentra su sentido en el deseo del otro" (Lacan J. 1985.p.257). Somos donde no somos. Skinner, luego de sentirse "fracasado como escritor porque no tenía nada importante que decir" (Skinner B.F. 1967. p.395), según el mismo nos narra en una suerte de autobiografía, propició la mayor inundación de facultades de psicología en el mundo entero con mares de ratas, palomas y laberintos. Todo para seguir sin algo importante que decir, pero hacernos sentir animales que un juego malsano de reforzamientos puede convertir en esclavos o fanáticos, en cobradores o deudores. La llamada Psicología Cognitva se alza con otra posibilidad de entendernos:como sistemas que procesamos información, a la Stember o a la Deutch & Deutch. Somos computadoras a las que infelizmente no se le puede aumentar la memoria RAM, ni cambiar el bios, en todo caso optimizar el disco duro. Seymour y O’Connor nos dan una PNL que desconoce el más elemental determinismo de la cultura étnica.

Luego, después de tantos años "descontruyendo" al sujeto, intentando entender con Foucoult los vericuetos intrapsíquicos del poder para poder entenderlo como sujeto sujetado, resulta que Moscovici nos pone en manos del empleador más trabajoso: "todo es construido". Maritza Montero, que en 1987 defendía una psicología política que "en lugar de ser un testigo de los procesos sociopolíticos que afectan al individuo.... es un medio para intervenir en las transformaciones sociales...para producir respuestas a los problemas planteados por las relaciones sociales,económicas y políticas" (Montero M. 1987.p.46) en 1994 al hablarnos de la vida, dice que es sobre todo "la construcción del conocimiento que la explica,interpreta y constituye" (Montero M. 1994.p. 7). Y todo esto, porque al convencernos de la malsanidad de idusa (dice Salazar que es la ideología dependiente de USA, tan arraigada en nuestra gente) no acercamos a "FACYEU" (fascinación cognoscitiva yoica por la europa unificada). Al menos el constructivismo nos da un cierto viso de obreros de la construcción y desde aquí la posibilidad de una conciencia de clase.

En fin, la ahistoricidad como el caos imcomprensible de la historia. Menos mal que entre nuestros altares reciente pusimos a Munné para que nos diera una buena noticia: "desde la complejidad, la ausencia de orden, dada por el caos, ya no resulta un fenómeno patológico, sino un aspecto constitutivo de la realidad...un orden en el que la incertidumbre...domina la exactitud y la certeza" (Munné F. 1994.p.17)

La ahistoricidad, hasta aquí delatada, es también metodológica y académica. Solo señalo un soporte: con el mismo texto de Scott y Wertheimer, escrito en 1956 y con más ediciones y plagios que "Rocky", "Viernes 13" y "Academia de policias" juntas, en algunas instituciones se forman investigadores para laboratorios sofisticados y en otras trabajadores sociales comunitarios. Con los mismos planes de estudio con los que se formaba una psicóloga en la postguerra rusa, allí en la imponente Moscovski Gasudarstvieni Univesitiet (Universidad Estatal de Moscú), se formaba también a las psicólogas en la llamada época del inmovilismo o del "rasvitoi socialism" (socialismo desarrollado).

Todo esto es negación de la sociohistoria, de la historicidad. A veces pienso que la psicología fue posmoderna antes de la posmodernidad. Todo esto es negativa a la esencia social de la psicología y más aún de las psicólogas. "Para mí, solo el ahora existe – nos decía Fritz Perls, - Ahora = experiencia = conciencia = realidad." (Perls.F.1973.p.22). Excelente filosofía para el enfrentamiento de la finitud de la existencia, pero no creo que como principio constructivo de una profesión, de las prácticas derivadas de su identidad, ni como afrontamiento de una realidad que antes y después del "here and now" es profundamente productora de displacer, infelicidad, enfermedad.

Conste que concuerdo con de Brasi (hablo del argentino-veneciano Juan Carlos, y no del italiano Luca, amigo de Vito Corleone) en su prologo al libro "Clínica Grupal, Clínica Institucional" cuando sentencia que "…los viejos autores, siempre podrán ser los nuevos actores de un pensamiento inacabado". Pero si y solo si entendemos eso: el pensamiento inacabado buscando, armando y desarmando, encontrando su realidad en la realidad. La mirada a lo por hacer.

La historicidad supone, en la construcción de nuestra identidad profesional, en nuestro ser psicóloga hoy la dialéctica de la unidad y la ruptura. Con esta historia de ahistoricidad, de desentendidos epistémicos, metodológicos y ontológicos no podemos seguir el principio de "borrón y cuenta nueva". La identidad es inclusión armónica de lo que sí y lo que no. A la Fermina Daza de "El amor en los tiempos del cólera" cuando se encontró ante la urgencia de reconstruir su vida sin la presencia de su Juvenal Urbino "la estremeció un pensamiento vago: la gente que uno quiere debería morirse con todas sus cosas" (García Márquez G.1986.p.77). Pero el orden viejo, la vieja psicología, el viejo modo de ser psicólogo no puede morir con sus cosas. Parafraseando a un gran sabio gestor de mi cubanía, Don Fernando Ortíz, digo que una psicología que niegue su historia está en trance de suicidio. La reconstitución de la historicidad no puede ser al precio del desconocimiento de la historia.

Ser psicóloga hoy es hacerse cargo de la historia. Pero no creo que sea camino el repetir la disección metodológica, ni las rupturas paradigmáticas. Ser Psicóloga hoy, necesita una epistemología de la convergencia, de la unidad de acción en la dramática del ejercicio profesional y en la pragmática de la construcción teórica. Ser psicóloga hoy es ser nosotras sobre lo que de nosotras han hecho. No podemos ser desde cero. Tenemos que ser desde donde somos instituidas y de ser necesario, ahora en metáfora marxista, "suicidarnos como clase", es decir no ser el ser de nuestras determinaciones, sino el de nuestras decisiones.

Apasionante el tema que se abre ahora a mi libre asociación.

Me impactó mucho el reencontrarme en este encuentro con los años sesenta. Lo digo honestamente. He sentido algo del alternativismo hippie, de su naturalismo probablemente fundante de la vocación ecológica. Recordé como guitarra en mano afirmábamos nuestro camino: "Todo al fuego". Reviví la negativa a la edulcorada imagen de perfección que nos imponían en la época. Me he imaginado a Marcuse sustentando desde San Francisco las revueltas de las calles parisinas. A Fromm renegando del "tener" a favor del "ser". Al Che, convencido hasta la médula de que sí se puede. Hace poco volví a cantar el "Chamamé a Cuba", escrito por el imaginario anhelante de los presos políticos del penal argentino de Rawson, con un Grupo Moncada que quería tomar el cielo por asalto y no saltar de un lugar a otro por el cielo. Ayer no queríamos ajustarnos a los convencionalismos decadentes. Hoy tampoco. Hasta se comenta que algunos aquí preparan "un encuentro alternativo" a este, pero en el muro del malecón (cuidado posibles participantes, si los sorprende una demostración de unidad a la cubana, un millón de personas le pasarán por arriba). Ya lo hizo Lacán en París con los disidentes de la anquilosada fracción del psicoanálisis, lo hizo el gordo Bauleo con Plataforma y Documento en Buenos Aires. Lo hicimos los cubanos en Cuba cuando no nos dejaban entrar en los Congresos Onerosos de los gobernantes norteamericanos de la psicología. Pero algo esencial ha cambiado. Entonces sumábamos y restabamos. Nos quitábamos de los espacios existentes para crear nuevos espacios. La gran tragedia hippie fue su automarginación, su intentar un "make love not war", un pelo largo como negativa a la tijeras en un paraíso artificial con la música indirecta de Scott McKenzie: "Here I’am in San Francisco". Fue la epistemología diferenciadora de los sesenta.

Pero las políticas del aislamiento son obsoletas (del impuesto y del autoimpuesto). El celibato de monje no es opción para eliminar el SIDA (VIH). No ver la televisión no es el remedio para impedir el "imbecilismo mediático". Un anarco-comunista a la usanza bolchevique hipertrófico del medioevo me dijo: "Si el correo funcionara bien, no haría falta el email". No naveguemos por Intenet, ni montemos en nuestros PC personales el Windows Me (Milenium) porque Bill Gates se hace más rico (¿sera que se puede ser más rico?). Paradojal se ha vuelto la historia dicen algunos. No la que se vivió como drama y se revive como comedia (o como trauma). Hablo sencillamente de que el mundo es otro. Cambalache – Toma 2. Canta Joan Manuel Serrat el tango de Enrique Santos Discépolo: "...El siglo XX es un despliegue de maldad insolente....todo es igual, nada es mejor. Lo mismo un burro que un gran profesor. Da lo mismo que seas cura, colchonero, Rey de bastos, cara dura o polizón... Se ha mezclado la vida... El que no llora no mama y el que no roba es un gil... dale no más, dale que va...es lo mismo el que labura noche y día como un buey, que el que vive de las minas, que el que roba que el que mata o esta fuera de la ley" (tran tan!!!)

Y ahora vuelvo al punto. Juro que no me he separado de el: "ser psicóloga hoy, y peor aún, también mañana. Parecería que lo mejor es separarnos de este mundo: lo aconsejan las sabias orientaciones metodológicas del pensar positivista que busca la objetividad. Ser psicóloga es, al menos desde alguna representación teórica, algo así como "amaestradora de ratas". El mundo se queda fuera. Y si alguien quisiera echarnos en cara que las ratas son el resultado de la insalubridad, la insanidad y hasta el subdesarrollo, entonces cambiemos de animal. Escudriñando el inconsciente puede que no veamos la inconsciencia que domina al planeta, hasta lo gobierna. Si nos convencemos que la realidad es construida, entonces basta con descontruirla y volverla a construir en la cabeza de los que, irónicamente dicho "creen" que sufren por ella. Para que mirar lo que nos desagrada. El asunto puede ser otro. Lo sabe hasta "la abuelita de Kundera".

Hay posibilidades para las psicólogas: "Simultáneamente a la revolución informática, las sociedades posmodernas conocen una revolución interior, un inmenso movimiento de consciencia, un entusiasmo sin precedentes por el conocimiento y la realización personal, como lo atestigua la proliferación de los organismos "psi", técnicas de expresión y de comunicación,meditaciones y gimnasias orientales. La sensibilidad política de los años sesenta ha dado paso a una sensibilidad terapéutica; incluso (los más duros sobre todo) entre los exlideres contestatarios sucumben a los encantos de la self-estimation: mientras que Rennie Davis abandona el combate radical para seguir al guru Maharaj Ji, Jerry Rubin explica que, entre 1971 y 1975, practicó con delicia la gestatterapia, la bioenergía, el rolfing,los masajes,el jogging, tai chi,Esalen, hipnotismo, danza moderna, meditación, Silva Mind Control, Arica, acupuntura, terapia reichiana. En el momento en que el crecimiento económico se ahoga, el desarrollo psíquico toma el relevo, en el momento en que la información substituye la producción, el consumo de conciencia se convierte en una nueva bulimia: yoga, psicoanálisis, expresión corporal, zen, terapia primal, dinámica de grupo, meditación trascendental; a la inflación económica responde la inflación psi y el formidable empuje narcicista que engendra" (Lipovetsky G.1996.pp.53-54)

Pero, saben que les tengo una "mala noticia". Otra vez la historicidad, ahora no como vocación teórica, no como opción epistemológica, sino como inevitable existencial. Silvio lo canta desde su experiencia personal y nos dice ."Nadie se salva del pie forzado: hay que crecer bailando con sinsabores". Y mismo allí, expresa una alternativa para ser psicóloga hoy: "Me quieren enterrar donde adivino - siempre quisieron ocultarme lejos -. Objeto de los fúnebres cortejos, ayer u hoy. Parece mi destino…Solavaya, aves de mal agüero. Mundo feroz, lo digo en juramento: enterrarme le va a roncar el cuero". Berman nos lo dijo a su modo, remitiéndolo a la experiencia de Fausto: "solamente trabajando con el diablo…podrá el hombre acabar del lado de Dios y crear el bien". (Berman M. 1988. p.39). Desde ya digo que estoy hablando de una táctica, no para realizar "el principio central del gatopardismo – como dice en su "Chile Actual" Tomás Moulián – que todo parezca cambiar para que todo siga igual" (1997.p.358), sino para andar tras "La consagración de la primavera"

Ser psicóloga hoy (y mañana) necesita de un traspaso de la irreverencia marginalizante a la convivencia transformadora. Reedificar la idea Pichoniana de la "adaptación activa". Y me tomo unos minutos más para explicar este girón esencial de mi "asociación" (a esta altura ya en fase de delirio psicótico).

Vivimos en un mundo que intenta erigirse sobre la convivencia educada. Pongamos a manera de voluminoso ejemplo la actual "convivencia educada" entre la desnutrición y la obesidad. Hemos encontrado que hay espacio para las figuras leptosómicas de Fidelio Ponce y las picnicas de Botero. Que pueden convivir la anorexia provocada por el rechazo a la celulitis, el culto a la esbeltez esquelética de los que tienen qué y cómo comer, con los vientres inflamados de los que no tienen que comer y son comidos por enfermedades que para los primeros son raras y exóticas. Una aritmética elemental nos dice que para el caso de los Estados Unidos, donde las XXL y las XXXL no son noticia, la disminución de ingesta por hipercalorización de los envuelticos en carne daría para alimentar al nivel del promedio calórico esperado por el Fondo de población de la naciones unidas a los que probablemente se ofenden "desde su sociohistoria" al oír hablar de la necesidad de dietas más eficaces. Pero lo cierto es que existen los sobrepesos y los bajopesos. Y para poder actuar sobre unos y otros tenemos que posicionarnos socialmente, comprometernos con ambos. El marketing contemporáneo nos ayuda a segmentar, pero a segmentar no para marginar, sino para llegar a todos y cada uno como individuos pertenecientes a una misma realidad distinta. Como dice Nadis Sadik: el reto necesario, imprescindible es "Vivir juntos en mundos separados".

La nueva sociedad intenta erigirse, solo puede hacerlo, sobre la vieja sociedad. El hombre nuevo crecerá desde el hombre viejo, será por él educado. La noción de mercado fisura hasta a la ciencia de las ciencias: hoy hablamos hasta de un mercado epistemológico. No nos gustan los "mall(es)" (no los "guacamoles") sino ese "conjunto de tiendas segmentadas, con sus vitrinas cuidadosamente decoradas...formando parte de un laberinto bullanguero...una atmósfera kitsch" (de nuevo Moulian. Idem.p.111). No somos aficionados a los shopping center, ni a las películas de Arnold Schwazesnager (ese robot del celuloide con cuerpo de mamut y cabeza de píldora anticonceptiva). Pero nuestro mundo esta plagado de las tres. (Ya ni Cuba es una excepción. Todavía somos los menos, pero el panorama parece cercano. La táctica legada por Sor Juana Inés pudiera ser una solución: "Queredlas cual las haceis. Hacedlas cual las buscáis". No demos la espalda a lo que tenemos. Y hagamos lo nuestro. Mucho de cuanto es posible hacer, ya lo encontramos hecho aunque en precaria medida y ajeno a nuestro deseo de forma y contenido. Y, aunque en un sentido profundamente metafísico, también lo que no hicimos ya no lo podemos hacer al menos en el mismo tiempo y probablemente lugar. Hasta Luis Miguel lo dice "el beso que negaste ya no lo puedes dar".

No contamos con muchas revoluciones victoriosas – ni políticas, ni epistemológicas, ni socioculturales, mucho menos psicológicas. Algunas de las que se acercaron fueron recicladas por la traición, el entreguismo, la incapacidad para entender y diferenciar lo esencial de lo secundario, las subventajas escotomizantes del mercado moderno. Destino que le hicieron correr hasta a la inexpugnable Unión Soviética en la que se aseveraba que "ni chto nie zabuito. Ni kto nie zabuit" (Nada ni nadie quedará olvidado – trad.MC), pero al final: "vsio zabuito. Vsie zabuitie" (Todos y todo olvidado). Hoy se imponen las transacciones "educadas" y las de la "sobrevivencia". Entonces, hoy, una vez más, necesitamos de alianzas tácticas (y anoto con Ries y Troust que hoy las tácticas hacen a las estrategias): La ortodoxia lírica arremete contra Pavaroti por cantar con Sting, contra Andrea Boccelli por hacerlo con Eros Ramazoti. Cuba es criticada por la extrema izquierda por tener Hoteles de cinco estrellas y un mercado paralelo que funciona en la moneda del enemigo de siempre. ¿Quién iba a pensar que Caetano Veloso andara cantando de cuello y corbata con un terno de factura parisina?. Pero gracias a Pavarotti y a Boccelli (y a Carreras, y Domingo y otros) el "bel canto" ha transitado por personas que lo consideraban aburrido (chato, fome, pesado). Caetano no ha dejado de ser una contribución fundamental a la identidad de los brasileros. Y Cuba, esencialmente, como dice "Van Van": "Sigue ahí".

Ser psicóloga hoy es ruptura y unidad en una secuencia de existencia concreta demarcada por la cultura y la incultura, por la realidad y la alucinación, por los valores y los antivalores. Nadie dio cuenta de este mundo en el que vivimos. Somos nosotros los que aquí estamos hoy los que tenemos que hacerlo. No lo vió ni Freud ni Marx, no lo vieron James ni Thorndike. No lo ven, incluso porque no pueden entenderlo, los "gurus" europeos. Lo estamos viendo nosotros.

El reto es categorial, epistemológico pero también ético y partidista. No hay duda de que el contener a la subjetividad como referencia de base para la construcción de nuestras prácticas nos acerca al enunciado de Watzlawick de que el ser humano no sufre tanto por el mundo, cuanto por la representación que del mundo se hace. Pero, cuidado: la pobreza, el hambre, el analfabetismo, por solo decir algunos de apocalípticos acompañantes de la geopolítica finisecular, no son el resultado de cómo nos representamos al mundo, sino de cómo la injusticia histórica del poder nos lo ha construido.

Sumo a esto la idea de la Unidad, inseparable criterio que en mi tiene una amplia extraterritorialidad. Es inconcebible hablar de la unidad de lo psicológico si no se admite la unidad al menos previsible de sus diferentes representaciones teóricas. Concibo la unidad no solo en la similitud, en la cercanía, en la comunidad, sino también en la diferencia, en la ruptura. Para la actuación profesional de las psicólogas se hace cada vez más necesaria la unidad táctica y la estratégica, pero sobre todo se hace imprescindible la unidad real. Esto no es solo ontología trascendental, es sobre todo el convencimiento de que la unidad del mundo reside en su ser y no en su estar.

Asumir la historicidad del hoy y del mañana es también la asunción de una misión profesional ineludible, definitoria de nuestro "ser en el mundo". Ser psicologa es definirse esencialmente como luchadora por el bienestar humano. Puede que sigan las discusiones entorno al objeto de nuestra discplina, puede que los desacuerdos conceptuales sean más que los acuerdo y las transacciones, puede que sigamos "jugando" a la diferencias de marcos teóricos. Pero la definición meridiana es nuestra misión. Por eso nuestro modo de pensar no debería omitir las ideas de felicidad, bienestar, plenitud, salud, calidad de vida. Son los sueños de la humanidad nuestra quimera, nuestro insomnio profesional. Y "un sueño que se sueña solo es solo un sueño que sueña solo. Mas sueño que se sueña juntos es realidad" (cantando con Simone). Otra vez la unión como estrategia y como sentido mismo de nuestro ser profesional.

Para esto es imprescindible que estemos claramente aliados con (ahora cantará Chico Buarque) "...o que nao ten vergonha ne numca tera, o que nao ten governo ne numca tera, o que nao ten juizo" (lo que no tiene vergüenza ni nunca tendrá, lo que no tiene gobierno ni nunca tendrá, lo que no tiene juicio). Para esto es necesario que seamos psicólogas en sangre, como inoculación primaria a la que no podemos resistirnos. Que no vayamos en busca del tiempo perdido, sino del que no hay por que perder. Hace muy poco alguien me enseñó y convenció de que "el tiempo no es un campo que se mida por codos; no es un mar que se mida por millas; es el latido de un corazón" (Niko Kazantzakis). Ser psicóloga hoy y mañana es sobre todo asumir "el latido de un corazón".

BIBIBLIOGRAFIA
  1. Berman M. (1988) Todo lo sólido se desvanece en el aire. La experiencia de la modernidad. España. Siglo XXI.
  2. Devereux G. (1991) De la ansiedad al método en las ciencias del comportamiento. Siglo XXI. México. 6ta. edición.
  3. Garcia Márquez G. (1986) El amor en los tiempos del cólera. Ed. Casa de las Américas. La Habana, Cuba.
  4. Lipovetsky G. (1996) La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporaneo. Ed.Anagrama.Barcelona.
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