viernes, 4 de septiembre de 2009



FREUD EN LA HABANA
(Apuntes sobre la sexualidad del cubano)
Manuel Calviño.

Si Freud hubiera vivido en Cuba por estos tiempos, una gran dificultad teórica absorbería todo su pensamiento hasta llevarlo quizás a la neurosis: su hipótesis de la sexualidad como motivo basal de todo comportamiento humano que cristaliza en el Complejo de Edipo, sexualidad que resulta ser el instituyente fundamental de todo el aparato psíquico, encontraría tantas razones de confirmación como de descrédito. Y es que el genial creador del Psicoanálisis, pilar fundamental de una buena parte de la cultura occidental de este siglo, identificó rasgos fundamentales de la sexualidad tomando como base el comportamiento sexual del europeo (sobre todo del austríaco, germano, y bastante menos del anglosajón) cargó con la experiencia sexológica de su educación judaica, supo imponerse al puritanismo hipócrita de la decadente aristocracia de su época, él mismo fue hombre, cuerpo sexuado. Pero lo que nunca pudo hacer Sigmund Freud fue precisamente andar por las calles de La Habana, conocer, mejor aún, vivir de cerca la sexualidad del cubano.
Intentemos imaginar que aquél viaje que hizo Freud entre Agosto y Septiembre de 1909 a los Estados Unidos de América, acompañado de dos colegas y discípulos, Sandor Ferenczi y Carl Jung, a bordo del transatlántico alemán "George Washington", se hubiera realizado con una escala de tránsito de apenas 24 horas en La Habana, y unos 85 años después.
* * *
Agosto es un mes caluroso en Cuba, como casi todos los meses. Pero La Habana tiene un "aire acondicionado" natural: El Malecón. Una joven de tez trigueña avanza de Oriente a Occidente iluminada por un sol que ruborizado ante tanta belleza, multiplica sus rayos. Su contoneo no necesita acompañamiento musical. Es un baile a cappella. Desde muy niña fue enseñada a caminar así: "Camina con gracia mi'jita.. Muévelo todo que pa’eso Dios te lo dio”. Su cuerpo ha sido moldeado por una cultura que valoriza las zonas erógenas tanto o más que las pensantes, que concede a la geografía física un lenguaje superior al de las palabras. "Mami,que cosa es eso!” - se le escucha decir a un hombre que mira a la joven y llevándose la mano a la frente se queja - "Esto es un dolor”.
El médico vienés, profundo conocedor y analista de la mente histérica, intenta una lectura psicopatológica que encuentra una relativa aceptación en sus acompañantes. En realidad su marco conceptual solo le permite una interpretación un tanto arcaica, prejuiciada, sobre todo descontextualizada, que dista de representar la realidad subjetiva y comportamental de la sexualidad de la mujer cubana. La de aquí no es la mujer europea y mucho menos la histérica de sus interesantes estudios de finales del siglo pasado.
El ser sexuado de la mujer cubana tiene su especificidad nacional, es también un rasgo distintivo de su identidad. Una sexualidad extrovertida, que no tiene reparos en mostrar, en descubrirse auténticamente, en sentir activamente y no solo como reacción a la solicitud del hombre. Ella quiere gustarle a un "El", pero también quiere gustarse a si misma, sentirse hermosa, atractiva, sensual. Nada de lo que lleva consigo es una casualidad. Todo ha sido puesto con alguna intensión. No solo muestra su cuerpo. Hace ostentación de el. Quizás por esto cree demasiado en los "dones naturales" y en ocasiones, "confunde los instrumentos con la música”.
La muchacha ha venido a sentarse justamente a muy poca distancia del lugar escogido como observatorio por los científicos. Ella se sabe observada y esto le es como un reto para pavonearse aún más. Con cada gesto, con cada movimiento de los brazos parece estar diciendo "Yo soy la Mejor de todas”. La mujer cubana se reconoce como una mujer de gran atractivo no solo físico, sino también comportamental. Si el Dr. Freud hubiera intentado un experimento de asociación libre, se hubiera sonrojado de pies a cabeza: "Mujer...Hombre”;"Sexo...Inagotable”;Cubana...Fogosa”;"Amor...libre” ; "Deseo...Insaciable”
El cubano es depositario de una representación social (no solo nacional, sino de alcance internacional) en la que aparece como gran artífice del amor, de una fogosidad lujuriosa, especialista en contiendas sexuales - "Eso sí es una hembra”, "Eso sí es un macho”. Si lo es o no, no es tan fundamental. El asunto es sobre todo cuánto se lo crea, y más aún, cuánto logra hacérselo creer a todo el mundo. En un radio portátil se escucha el estribillo de una canción - "Alardosa. Tú te vas por encima del nivel”... - en otro receptor un poco más allá se escucha..."Tú eres más rollo que película”.
Lo que tiene desconcertado al descubridor de la mente inconsciente, es la casi total ausencia de represión en el comportamiento sexual del cubano. La libido se desborda en cualquier ámbito sin la más mínima angustia. El cubano vive abiertamente su sexualidad, su sexualidad es también su modo de vivir. Quedaron atrás los tiempos de los convencionalismos tributarios de profundas diferencias sociales y económicas. Quedaron atrás los tiempos dominados por la discriminación sexual, racial, social. Los de hoy, son tiempos de libre expresión de la sexualidad, no carentes de prejuicios sexistas ni del juego del doble sentido, de la doble moral, pero marcados sobre todo por la libertad del cuerpo, por el placer como opción y decisión personal.
Un hombre de unos 25 años avanza hasta el lugar donde está sentada la trigueña. Jung, de vocación más experimental, le hace una seña a Freud - "Observe, maestro- le dice el suizo al austríaco - la lucha por la conquista está por comenzar”. El joven moreno baja el volumen de una inmensa y pesada radiograbadora que trae en su mano derecha y le dice a la joven - "Oye mami, estás...más dura que la situación!”. Ella con una sonrisa socarrona le riposta: "Si mi papi te sorprende en ese chistecito conmigo, te va a dejar como un restaurante en moneda nacional: No vas a servir para nada”.
Los científicos comienzan un arduo debate interpretativo. Ferenczi no tiene la más mínima duda. Para él, se trata de una agresión política que se aprovecha del lenguaje del sexo para vencer las limitaciones del Super-Yo totémico. Jung, por su parte, apuesta a una manifestación arquetípica como aquella del hijo amante de Cibeles, o el Dios - héroe que domina, que castiga y salva. El Maestro, que se ha mantenido silencioso, sentencia convencido: "No hay duda posible. Estamos ante El Drama Edípico”.
En la nomenclatura erótica cubana, "mi papi", "mamacita" y cualquier otro tipo de referencia a las figuras parentales, goza de una frecuencia de aparición sencillamente abrumadora. Simbología Edípica? Reminiscencia infantil regresiva en el comportamiento sexual del cubano? La explicación parece en extremo azarosa y sin duda alguna superficial. El sexo, la sexualidad, es uno de los hilos conductores de los vínculos parentales en el modelo familiar del cubano, y por ende, de la extensión que de dicho modelo se hace a todo el sistema de relaciones interpersonales. El padre es padre en tanto hombre y su condición de hombre es la que da sentido a su paternidad. Lo mismo ocurre, aunque quizás en menor medida, con la mujer. La familia cubana, anchada hoy por las múltiples reestructuraciones de pareja, por las distancias geográficas de sus miembros, por las interconexiones de raza e incluso de nacionalidades, marca profundamente la subjetividad de sus miembros por los roles de sexo. No importa cuánto socialmente se hayan borrado ciertas diferencias o cuánto una más justa distribución de las tareas se ha logrado al interno del funcionamiento familiar, Papi es hombre, y Mami es mujer. El papi y el mami del discurso simbólico de la sexualidad es familiaridad, intimidad cuasiparental con el sujeto de la relación de pareja, es fidelidad y respeto al ser amado, es cariño tierno y candoroso, como el de los niños. Sentimentalmente, el cubano es un niño en un cuerpo que le queda chico y a la vez lo supera.
De lo que no queda duda es de que en materia de relaciones sentimentales, el cubano goza de una especial capacidad para la disociación: Afirma con Madonna que "el amor es emoción, y el sexo, acción”, pero atestigua con Sharon Stone que "el sexo es perfecto cuando el cuerpo está supeditado al espíritu”. Al fin y al cabo repite con Kim Bassinger, que "el erotismo es menos perverso que la hipocresía”.
Las horas han pasado y se profundiza la polémica entre los tres exploradores del alma humana. Jung está a punto de convencerse de que su maestro ha estudiado la sexualidad humana sin conocer una de las claves importantes del Concierto Internacional de Eros. El mismo Freud comienza a reconocer que "aquí hay algo distinto”, que por el momento, como buen europeo, denomina de "exótico". Una pareja que está muy cerca de ellos, sin el más mínimo recato, aumenta el volumen de su radio y se pone a bailar semifrenéticamente al compás de lo que parece ser la legalización del infanticidio - "Qué te pasa mami ? Qué me estas haciendo ? Tú me estas matando con tu movimiento”. Y sí; el movimiento de la pareja es "asesino", promotor de ensoñaciones sexuales en vigilia. Freud no puede creer lo que esta viendo, pero tampoco puede dejar de verlo. Jung vuelve a la carga y descubre allí las danzas de la fertilidad, de la procreación.
En el pasado de Cuba hay quizás marcas que aún esperan por ser claramente reconocidas. La nacionalidad cubana tiene una fuerte carga de negritud, ya no solo en la pigmentación de la piel, sino en la sangre, en la sangre de la sociedad: las representaciones compartidas, las creencias, las costumbres. Cuba se erigió sobre la esclavitud. El esclavo fue buscado por su fortaleza, por su resistencia. Así llegamos al negro. Fueron traídos miles de hombres negros cuya única posibilidad de sobrevivencia era su fortaleza, y en esto descansó su noción de virilidad. Muchos hombres fueron traídos, y muy pocas mujeres. Y los miles de hombres negros que llegaron, vinieron con cientos de hombres blancos de España, también sin mujeres. Posiblemente entonces nació una verdadera "obsesión sexual", producida por la falta de mujer, la separación de los sexos. Así , en las escasas ocasiones en que se podía bailar, produciéndose el encuentro físico con el cuerpo deseado, los movimientos del baile se sexualizaron, sublimaron de hermosa manera el eros insatisfecho. - "a falta de pan, casabe”. Los bailes se hicieron miméticamente eróticos.
En la sexualidad del cubano de hoy hay bastante de aquella obsesión, que no responde a represiones actuales, sino a históricas, a represiones que dejaron sus marcas en ese "sexualizarlo todo". Es como no perder ni una oportunidad - en el baile, en el chiste, en la simple conversación entre amigos, hasta en el discurso político - simbólico (no olvidar que durante los primeros años de la Revolución, al máximo líder del país le decían popularmente "El Caballo", que además de ser el numero uno en la charada, juego de azar que era tremendamente popular en Cuba, es la viva imagen de la virilidad, del dominio y el apetito sexual, "El Machazo". El mismo Freud identificó con un caballo la imagen pulsional instintiva de la fuerza y energía libidinal del Ello.
Mediodía en La Habana. Se siente mucho más en el desprotegido muro del malecón. Un nativo, con la misma certeza y seguridad profesional con que lo hiciera el más sabio meteorólogo especializado en predicciones climáticas, afirma: "Este año ha hecho más calor que nunca. Si esto sigue así, no va'aber quien coño lo aguante”. Freud escucha y asiente. Su habitual traje de paño con chaleco se ha convertido en un horno que amenaza con derretirlo. Instintivamente comienza a quitarse un poco de ropa, allí mismo, delante de todo el mundo. Jung y Ferenczi lo miran perplejos - no es un comportamiento para nada habitual en el hijo de Jakob y Amalia. Desvestirse, andar poco vestido, es un claro índice de referente sexual, es una incitación al eros del otro. De pronto Freud, en un claro insight contratransferencial grita "Eureka”, parafraseando al genial Arquímedes - "El clima, el calor, afectan la sexualidad del cubano. El calor afecta la energía, es en realidad una forma de energía que se suma. La energía libidinal se ve aumentada por la calórica”.
De lo que no hay duda es de que el calor es una invitación a tener la menor cantidad posible de ropa sobre el cuerpo. "El calor - dijo un rumbero cubano - es un aliado de la propaganda sexual”. La sexualidad del cubano, el cubano mismo es muy perceptivo. "Si no veo la mercancía, no hay negocio". La sensorialidad es fuerte en el comportamiento sexual del cubano - el olor, el gusto, y por sobre todas las cosas- la visión. Descubiertos los cuerpos para contrarrestar el castigo del calor, son una invitación perceptible al erotismo cotidiano. "Un buen par de nalgas - sentenció aquél filosofo rumbero - son como una tumbadora con el cuero tenso. Parece decirte: ven a tocar la rumba”.
Muy cerca de la joven trigueña pasa otro "pescador de orilla" y se le oye decir - "Que va, yo no quiero ni miral e'to. Me va'dal un infalto. Asesina!”. Ahora Freud ha decidido tomar notas. Son demasiadas cosas las que hay que pensar, demasiadas cosas que no articulan con su modelo teórico, aunque se contenta con la unidad de eros y tanátos, y la argumentación energética libidinal.
Alguien, de repente, golpea el hombro del Maestro. Es su colega suizo que con gran indignación y molestia le dice - "Mire esto Herr Freud. Esto si es algo inesperado”. Dos hombres con evidentes modales femeninos caminan por la acera junto al muro. Se ven contentos. Sin embargo, el genio observador de Freud descubre claramente que cada vez que pasan por delante de alguno de los ocupantes del muro, alguna reacción se produce. Unos miran y sonríen burlonamente. Otros manifiestan una profunda repulsión que no esconden. Los peores pasan directamente a la agresión verbal: "Par de maricas! No suelten tantas plumas que me da coriza”.
La sexualidad del cubano es homofóbica. No hace falta ver "Fresa y Chocolate" para saberlo. Es sencillamente evidente. El modo de concebir y de vivir la sexualidad del cubano supone casi directamente, la relación que tiene con (más bien contra) la homosexualidad. Para el cubano la sexualidad solo puede ser "hétero". La "homo" es, en el plano ético una aberración corrupta e inadmisible, en el plano médico una enfermedad, en el político una desviación del camino correcto, y en el "estrictamente sexológico", un desperdicio.
"Los pobres - dijo alguien desde el muro, - no saben lo que se están perdiendo”. Uno de los homosexuales viró la cara y dijo algo, pero el ruido de un Moskovich que pasaba no permitió escuchar.
La homofobia del cubano es casi tan famosa como su fogosidad y como su machismo. “Lo estamos superando”, se escucha decir una y otra vez. Y es cierto. Pero aún esta ahí, y con no poca salud. Para Freud no es fácil acertar en su análisis. Demasiados prejuicios personales. Estrechas también sus hipótesis teóricas sobre el tema. Hay además profundas raíces socioculturales que el modelo pulsional psicopatológico no logra alcanzar.
La joven no se ha limitado a dejarse observar. Ella también ha observado. Ha notado un modo raro de hablar, de vestirse, y está extrañada, casi molesta, porque aquellos hombres no "se meten" con ella. Entonces hace su hipótesis: "Esta gente son de afuera”. Lentamente se acerca al más viejo de los tres, y con ingenuidad infantil le pregunta - "Ustedes son extranjeros?”. Freud siente la sangre subir y bajar aceleradamente por todo su cuerpo. Qué le esta sucediendo? Qué le puede decir aquella mujer que él no pueda interpretar, que él no pueda comprender. El sol sofoca (solo el sol?). Aquella joven es un encanto. Su piel es suave y fina, de un color que recuerda la miel. Sus ojos son redondos y brillantes. Su figura se le impone al vestido y quiere desbordarlo. "Será un accidente contratransferencial?”, se pregunta el aludido. En la mente del maestro resuena una frase que parece ser la fractura de un proceso identificatorio que se inicia: "Que va.. Esto es mucho para un solo corazón”. Las miradas de todas las personas están sobre él. Escucha sus voces silenciosas que le demandan hacer algo, que lo compulsan - "Dale chico. Eso es tuyo”, "Demuestra que tu eres el mejor!”. La situación es tremendamente difícil, pero el que pretende, como Copérnico y Darwin, dar un duro golpe al narcisismo del ser humano, aprovecha también el momento para entender la sexualidad de la gente de esta isla.
El hombre está sujeto a una sobreexigencia sexual. El modelo de "eficiencia masculina" es tremendamente exigente. Exigente sobre todo de parte de las representaciones sociales. Sus componentes son múltiples - tamaño del pene, calidad de la erección, número de veces que realiza el "acto sexual" (coito, porque "lo demás es jugar al flojo"), cantidad de mujeres que ha tenido, en fin, un listado realmente largo, en el que no predominan los aspectos emocionales - "los machos no sienten. Los machos se hacen sentir”. Las emociones, los sentimientos, nos hacen frágiles, y macho y fragilidad no pueden convivir.
Cuánto esas absurdas creencias, esos prejuicios, ese modelo de sobredesempeño obstaculizan un goce más pleno de la sexualidad? Cuánto inhiben una relación más auténtica y natural con el cuerpo sexuado (con el propio y con el de otro)? Cuánto todo esto está en la base de muchas de las disfunciones sexuales? Una respuesta preliminar e intuitiva es: “mucho con demasiado”. Demasiado sobre todo porque hablamos de alguien para quien la sexualidad, liberada de toda sobreexigencia, es un valor, es un modo asumido de su identidad. El cubano es, íntimamente, puro sentimiento, fragilidad candorosa, ingenuidad afectiva. Freud lo comprendió cuando la joven le habló con pasión del bolero, le dijo que lloraba con las telenovelas (incluso con las películas rusas, aunque no las entendía), y que lo que la enloquecía era un hombre que hablara bonito. La mujer cubana exige ser conquistada, amada, convencida. Necesita una flor, una palabra hermosa, en síntesis: sentirse enamorada y que se le enamora.
Desde un camión cargado de hombres alguien gritó: "Jinetera!!!...Consume productos cubanos y déjate de darle tanta cuerda al gallego”.
Que las hay las hay. Que en el malecón las hay, también es verdad. Pero, ya no solo por una razón de ética, de tradiciones y costumbres, sino hasta por un asunto de identidad sexual, la mujer cubana no es jinetera. La sexualidad del cubano no tiene nada que ver con el jineterismo, no es esencialmente una sexualidad prostituible, aunque existan prostitutas y prostitutos. Mucho estima el cubano su sexualidad como para venderla o arrendarla, mucho la disfruta como para desperdiciarla. La mujer cubana, y también el hombre en su modo masculino, es coqueta, presumida, como dicen Los Van-Van "Zandunguera". La mujer cubana va de argollas, labios pintados y perfumada a trabajar en la agricultura, se mira en el espejo y se aprieta al cuerpo la ropa con la que se va a meter en la tierra enfangada para recoger la cosecha, para ir a la esquina se pone que parece de fiesta - "Siempre hay un ojo que te ve”.
Un hombre alto y negro como los zapatos del Dr. Freud se acerca al grupo. Con un poco de desconfianza en el rostro y una mueca que está entre la de los celos y la de la incertidumbre dice - "Buenas tardes”. La joven se voltea sonriente, le da un beso y una pequeña mordida en los labios carnosos al recién llegado y virándose hacia los extranjeros les dice - "Miren, les presento a mi papi”. Freud ya no se extraña de que sea "el papi" de la misma edad que ella, ya sabe que su papi no es su padre. Tampoco se extraña de que después de despedirse, el negro, públicamente y sin reprimir su deseo le dice a ella - "Mami vamo'echando”, le pasa el brazo por la cintura, deja caer su mano sobre la nalga, y camina lento, seguro, viril, orgulloso, como diciendo "esto es mío" - mensaje que ella capta, acepta y reafirma.
Ha sido un día repleto de experiencias interesantes y movilizadoras. Freud, Jung y Ferenczi han decidido no hablar entre si nada de lo que ha pasado. Necesitan tiempo individual para elaborar todo este material. Cada uno se fue a dormir a su camarote. Con qué soñaría Freud esa noche?. Wallace, que no es una referencia de mucho confiar, dice que durante su estancia en los Estados Unidos, Freud le comunicó a Jung que dormía muy sobresaltado porque no lo abandonaban ciertos sueños eróticos.
Veinticinco días duró la visita del Dr. Freud a Norteamérica. Por lo que se conoce, en el plano personal, no salió contento de allí. Quizás porque no le resultaron tan fantásticas las Cataratas del Niágara, quizás porque le dijeron viejo, o simplemente porque su mentalidad no estaba preparada para América. Lo cierto es que su encuentro no fue bueno.
Quién sabe si, precisamente, a Freud lo que le faltó fue pasar realmente por Cuba, sentarse realmente en el muro del malecón, y hacer algunos apuntes y observaciones sobre la sexualidad del cubano. Si esto hubiera sucedido, probablemente muchas de sus conjeturas hubieran tomado otro rumbo. Más aún, quién sabe si el 21 de Septiembre de 1909, al embarcar en el puerto de Nueva York para regresar a Europa, ya a bordo del "Kaiser Wilhelm der Grosse", el genial intérprete de las zonas más oscuras del alma humana le hubiese preguntado al Capitán de la nave - "No será posible hacer aunque sea una pequeña escala en La Habana?"