Hoy, quizás como nunca antes, el posicionamiento de la Psicología y de los psicólogos
se convierte en una reflexión de máxima importancia. Los modelos tradicionales
se han hecho pedazos: desde hace más de cuarenta años hemos asistido a la
emergencia de nuevas formas de hacer y pensar la psicología. El núcleo
epistemológico de tales “rupturas” contiene el problema de la propia
comprensión de qué es la psicología y qué es ser psicólogo. Las exigencias de
época (incluidas las matizadas por los mercados laborales, las emergencias
socioeconómicas y sociopolíticas, los modelos de desarrollo social, etc.)
testimonian marcas esenciales. La hoy inevitable inmersión de los profesionales
en las dinámicas sociales y las prácticas cotidianas denotan también sus
impactos. El “laboratorio-consultorio-refugio”
ha sido definitivamente minado (en metáfora y en sentido directo). Se impone un
reconsideración de identidades: identidad de ciencia, identidad
profesional.
Las dos tesis fundamentales que defiendo, tras los
pasos de previsores pensadores de este continente, son tan claras como
sencillas:
1. La psicología no es, no ha de ser, una disciplina
científica para el consumo propio, sino para el consumo, conocimiento y
producción comportamental extensivo de las personas. Por tanto su
sentido se revela, más allá de su carácter práctico aplicado, en su
consolidación como “cultura de los
sujetos cotidianos”. Desde aquí se construye la imagen del psicólogo como
mediador entre los conocimientos psicológicos que produce (estructurados en el
contexto de los modelos teóricos, representaciones conceptuales, hallazgos
empíricos y reflexivos, en la producción científica en sentido general de los
psicólogos) y los “destinatarios-usuarios”
fundamentales de dichos conocimientos en los diferentes ámbitos de pertinencia.
2. Los “conocimientos psicológicos” no son resultado
privativo de la actividad de los psicólogos. Son la resultante de la producción
cultural diversa de los grupos humanos, en contextos profesionales y no
profesionales. De dónde se consolida la imagen del psicólogo como
mediador entre la producción general de conocimientos pertinentes a la
psicología y la estructuración de las representaciones conceptuales, teóricas,
empíricas de la
Psicología.